Washington, 12 ago (.).- El índice de precios al consumo (IPC) en Estados Unidos (EEUU) se alzó en julio un 0,6 %, lo mismo que el mes anterior, en una señal de una inflación más robusta como resultado de la creciente demanda de productos y servicios por parte de los consumidores, al relajarse las restricciones causadas por la pandemia.
Según cifras que divulgó hoy el Departamento de Trabajo, la inflación interanual, por su parte, pasó del 0,6 % de junio al 1 % de julio.
La inflación en el gigante norteamericano ha venido acelerándose desde que, en mayo, con un 0,1 %, marcó su nivel más bajo en cuatro años y medio, en medio de la crisis económica causada por el COVID-19.
El dato de inflación superó los cálculos de los economistas, que esperaban un incremento de alrededor del 0,3 % en los precios que pagan los consumidores.
En julio, los precios de la energía aumentaron un 2,5 %, con un fuerte incremento de la gasolina del 5,6 %, después de que en meses anteriores estos productos sufriesen caídas generalizadas, como reflejo de un incremento en la demanda a medida que se relajaron las restricciones por causa de la pandemia del COVID-19.
Esas subidas se vieron parcialmente contrarrestadas por la caída de los precios de los alimentos, que fue de un 0,4 por ciento en julio, mientras que el coste de los alimentos en el hogar bajó un 1,1 por ciento.
Los precios de los vehículos nuevos subieron en julio un 0,5 %, tras una caída del 0,2 % en el mes anterior, y los costes de la vivienda subieron un 2,3 % el mes pasado comparado con un 2,4 % en junio.
Los incrementos de precios al consumo estuvieron en línea con el aumento del índice de precios al productor (IPP), que en julio subieron un 0,6 %, el mayor avance mensual desde octubre de 2018.
En julio, la recuperación del mercado laboral de Estados Unidos se moderó, con un descenso del índice de desempleo del 11,1 % el mes previo al 10,2 %, mientras que se generaron 1,8 millones de empleos, según la Oficina de Estadísticas Laborales.,
El pasado mes se crearon 1,8 millones de nuevos puestos de trabajo, ligeramente por encima de las previsiones de los analistas, que anticipaban 1,6 millones de nuevos empleos, pero aún 16,3 millones de estadounidenses siguen sin empleo.
La demanda de los consumidores que aceleró la inflación en julio está ahora expuesta a la expiración de un subsidio adicional de desempleo, creado en marzo por el Congreso y promulgado por el presidente Donald Trump.
Ese beneficio, de 600 dólares semanales, supuso el salvavidas para muchas familias estadounidenses y por el momento los legisladores demócratas y republicanos del Congreso no han logrado ponerse de acuerdo para extender el programa.
Trump decretó el pasado fin de semana una serie de medidas para compensar el vencimiento de esas ayudas, incluido un subsidio al desempleo de 400 dólares semanales, pero aún está por ver el alcance de esas medidas.
En su reunión más reciente, a fines de julio, la Reserva Federal (Fed) mantuvo sin cambios los tipos de interés, y señaló que "la senda de la economía dependerá del rumbo del virus".
La decisión del banco central estadounidense, que mantuvo los tipos de tipos en el rango de entre 0 y 0,25 % desde marzo, al inicio de la crisis, se tomó de manera unánime y reafirmó el compromiso de la Fed, que ya ha efectuado inyecciones masivas de liquidez mediante la compra de deuda.
Tras la reunión, el presidente de la Fed, Jerome Powell, reconoció que el aumento de casos de COVID-19 en las últimas semanas "parece haber frenado el consumo y la contratación" de empleados, y agregó que la crisis actual de salud pública "pesará de manera contundente en la actividad económica, el empleo y la inflación a corto plazo".
En marzo, el gobierno aprobó un paquete de estímulo económico de 2,2 billones de dólares, el mayor de la historia moderna del país, con el objetivo de contrarrestar los efectos de la pandemia del coronavirus, pero la gravedad de la situación ha demostrado que fue insuficiente.
Ese paquete de estímulo fue el triple del puesto en práctica en 2008 tras el estallido de la crisis financiera, que ascendió a 700.000 millones de dólares.