Teresa Bouza
Washington, 16 abr (EFE).- Las revueltas en Oriente Medio han sacado los colores al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial al revelar no solo su incapacidad para predecir lo ocurrido sino su respaldo implícito al "statu quo" en la zona durante años.
Las conexiones entre las elites de la región y los dos organismos multilaterales también han quedado claras.
Prominentes defensores del proceso de privatización en Egipto, que es ahora objeto de escrutinio ante las crecientes señales de una corrupción endémica, tuvieron, y aún tienen, importantes cargos en las dos instituciones hermanas.
Yusef Butros-Gali, que dimitió a finales de febrero como ministro de Finanzas de Egipto, ocupó entre octubre del 2008 y febrero de este año la presidencia del Comité Monetario y Financiero Internacional, el principal órgano ejecutivo del FMI.
Descendiente de una prominente familia de políticos egipcios, Butros-Gali se educó en EE.UU. y comenzó su carrera en el FMI para regresar a Egipto en los años 80 donde negoció varios acuerdos con el FMI y el Club de París para ayudar al país a superar su crisis de deuda.
La economía egipcia inició entonces una profunda transformación en la que se privatizaron en masa activos estatales.
Como ministro de Finanzas desde el 2004, Butros-Gali capitaneó un proceso con algunos éxitos, como el repunte de la inversión extranjera directa hasta los alrededor de 10.000 millones de dólares anuales.
Pero ese proceso fue también caldo de cultivo de las recientes revueltas, al dejar al margen a segmentos enormes de la población, que subsistían a duras penas mientras un reducido grupo de sus compatriotas acumulaban pingües beneficios.
En los últimos meses tanto Butros-Gali, como otros artífices de la "transformación" egipcia han sido acusados de defraudar al Estado por dar un trato preferente a empresarios próximos al poder.
Uno de sus protegidos, el exministro de Inversiones egipcio Mahmoud Mohieldin, es desde octubre del 2010 uno de los tres directores generales del Banco Mundial (BM), lo que lo sitúa inmediatamente por debajo del presidente del organismo, Robert Zoellick.
Bajo su batuta, Egipto orquestó una serie de cambios que ganaron profusos elogios en informes de referencia del Banco Mundial, como el "Doing Business Report", que mide la facilidad para hacer negocios en los países.
En el año 2007, el Banco Mundial designó a Egipto en su informe como el mayor reformista del mundo.
Mohieldin es ahora objeto de escrutinio por su papel en la venta de una cadena hotelera, aunque el Banco Mundial (BM) negó que el exministro egipcio sea objeto de una investigación formal como apuntan algunos informes de prensa.
"Estamos en estrecho contacto con las autoridades y no tenemos constancia de ninguna investigación", dijo a Efe el presidente del BM, Robert Zoellick, quien aseguró que el organismo ha consultado directamente a los responsables egipcios sobre el tema.
Eso, de todos modos, no consuela a algunos de los activistas más prominentes de las revueltas en Egipto como Wael Ghonim, quien aseguró ayer que "la forma en la que la comunidad internacional lidió con la injusticia y los dictadores es básicamente un crimen".
"Eran compinches", dijo Ghonim en un panel en la sede del FMI en el que también participó el director gerente del organismo, Dominique Strauss-Khan.
Durante el encuentro, parte de la reunión conjunta de primavera del FMI y el BM, Ghonim leyó un párrafo de un informe reciente del FMI repleto de alabanzas al desempeño económico egipcio y la creación de empleo en el país.
Strauss-Kahn entonó ayer el "mea culpa" y reconoció que las revueltas árabes han dado "una lección" al organismo.
"Ciertamente lo que ha ocurrido en el norte de África es una buena lección para nosotros porque nos muestra que no es suficiente tener en cuenta sólo las grandes cifras macroeconómicas y tenemos que ver mucho más allá de eso", dijo.
"Egipto es un buen ejemplo y Túnez también", dijo Strauss-Kahn, para añadir que las cifras macroeconómicas del país no eran malas y algunas, de hecho, "eran bastante buenas".
"Pero aun así la distribución de los ingresos, los elevados niveles de desempleo juvenil crearon la percepción entre la población, y no solo era una percepción sino la realidad, de que la riqueza no era para todo el mundo", concluyó. EFE