Ingrid Haack
Atenas, 9 nov (EFE).- Grecia ha vivido nuevamente un año convulso, el sexto de crisis económica, marcado por tres citas en las urnas, un corralito bancario y la firma de un tercer rescate financiero alcanzado tan solo tras unas tortuosas negociaciones que colocaron al país al borde de la salida del euro.
El sueño que comenzó en enero con la aplastante victoria del izquierdista Syriza en las elecciones generales y la promesa del nuevo primer ministro, Alexis Tsipras, de acabar con las políticas de austeridad, duró poco.
Tan solo unos días después de los comicios el flamante Gobierno veía frustradas sus aspiraciones de obtener ayuda financiera de los acreedores sin ofrecer reformas a cambio.
El popular y mediático ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, asegura que la troika no está legitimada y choca frontalmente con sus socios de la eurozona.
En ese momento, el equipo de Tsipras todavía está convencido de que el sentido común se impondrá y la denominada troika -Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI)- acabará aceptando que el país solo puede salir de la crisis si obtiene "un respiro" y deja de aplicar recortes.
Lejos de ello, en febrero, el BCE deja de aceptar los bonos emitidos por Grecia en sus operaciones de financiación, lo que expone a la banca helena a los mucho más caros créditos de liquidez urgente del banco emisor europeo.
Mientras continúan las negociaciones, el Gobierno sigue atendiendo a sus obligaciones con los acreedores, al tiempo que se va haciendo patente la asfixia financiera, como se refleja en la orden, el 20 de abril, a todas las entidades públicas de transferir sus reservas en efectivo al Banco de Grecia para garantizar la liquidez nacional.
En junio, mientras las negociaciones siguen sin avanzar, el Estado griego reconoce su situación de asfixia y solicita al FMI reagrupar en uno solo los pagos pendientes para ese mes -1.600 millones de euros- y abonarlo el día 30.
A medida que se acerca la fecha sigue sin vislumbrarse un acuerdo y el 25 de junio Tsipras rechaza la última propuesta de las instituciones que plantea extender el segundo rescate y conceder 15.500 millones de euros a cambio de una serie de reformas laborales, de pensiones y del IVA.
Tsipras califica de "chantaje" la última oferta y anuncia la convocatoria de un referéndum para el 5 de julio, en la que los ciudadanos deberán decidir si aceptan o no la oferta de la troika.
Mientras tanto, el Eurogrupo sigue apretando las tuercas a Grecia y rechaza extender el pago al FMI que está a punto de vencer; el BCE, por su parte, decide no elevar los créditos de urgencia.
Ante el previsible colapso bancario, el Gobierno impone un corralito bancario que dura tres semanas, limita a 60 euros la retirada diaria de efectivo, y un control de capitales que sigue vigente.
Con la recomendación explícita de votar por el "no", Tsipras gana el referéndum con un respaldo del 61 %, y confía en que este voto del pueblo le ayudará en las negociaciones de Bruselas.
Sin embargo, el Eurogrupo se muestra inflexible, da por nula la última oferta y plantea exigencias que van más allá de lo planteado inicialmente.
Con la dimisión de Varufakis como ministro de Finanzas y su sustitución por el jefe de las negociaciones técnicas, Euclides Tsakalotos, se abre el nudo gordiano y el diálogo con los acreedores empieza a desatascarse.
En la madrugada del 13 de julio Grecia y la troika alcanzan un principio de acuerdo que contempla un préstamo de hasta 86.000 millones de euros por tres años, incluidos los hasta 25.000 millones de euros para la recapitalización de la banca.
A cambio, Atenas se compromete a numerosas medidas fiscales, a una amplia reforma de las pensiones y del mercado laboral, y a crear un fondo de privatizaciones.
El rescate se aprueba oficialmente el 13 de agosto, tras una tormentosa votación parlamentaria. Pocos días después el Eurogrupo aprueba el desembolso de una ayuda inmediata por valor de 7.160 millones de euros.
Este compromiso le cuesta a Tsipras la ruptura de su partido, le lleva a dimitir y a convocar nuevas elecciones, comicios que vuelve a ganar, aunque ya con una Syriza metamorfoseada y alejada de las reivindicaciones radicales del inicio.
Las negociaciones durante los primeros meses de este segundo Gobierno de Syriza y los nacionalistas Griegos Independientes transcurren con relativa suavidad y el 23 de noviembre el Eurogrupo da luz verde al desembolso de un subtramo de 2.000 millones de euros y al desbloqueo de los solo 10.000 millones de euros que finalmente requiere la banca para su recapitalización.
Sin embargo, la votación del segundo paquete de medidas vuelve a evidenciar la fragilidad de la coalición, que pierde dos diputados, reduciendo su ventaja a dos escaños por encima de la mayoría absoluta.
Ante sí el Gobierno tiene todavía que legislar la controvertida reforma laboral y de pensiones.