La reciente prueba de un misil balístico intercontinental (ICBM) realizada por China el 25.09.2023, que implicó el lanzamiento de un proyectil desde la isla de Hainan hacia el Pacífico Sur, ha sido una demostración significativa de capacidad militar y comunicación estratégica. Analistas de seguridad y diplomáticos han evaluado que la prueba no solo sirvió como declaración política en medio de la expansión del arsenal nuclear chino, sino que también cumplió un requisito operativo crucial para la Fuerza de Cohetes del Ejército Popular de Liberación.
Este inusual evento tenía como objetivo validar la eficacia de la disuasión nuclear china. Según seis analistas de seguridad y cuatro diplomáticos, la operación también incluyó diplomacia estratégica, con Beijing informando previamente a Estados Unidos, Francia y Nueva Zelanda. En contraste, Australia fue notificada de una actividad planificada, pero sin recibir detalles específicos.
Hans Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses, subrayó la importancia de la prueba: "Esto permitió a los chinos realizar una prueba con un perfil de ataque completo. En términos operativos, es inevitablemente un paso importante... la prueba representa la validación operativa de todo el sistema".
La Fuerza de Cohetes ha llevado a cabo extensas pruebas, lanzando aproximadamente 135 misiles balísticos en 2021, principalmente en los remotos desiertos de China. Sin embargo, esta fue la primera vez desde 1980 que China disparó sus misiles de mayor alcance en una trayectoria que simula de cerca un ataque real, una práctica común en Estados Unidos, Rusia e India.
Las pruebas de alcance completo sobre el océano son fundamentales para evaluar la precisión y fiabilidad de los misiles balísticos y las ojivas. La prueba de China fue monitoreada por su red de satélites, estaciones de seguimiento espacial y buques. Dos de sus avanzados barcos de "apoyo espacial", el Yuan-wang 3 y el Yuan-wang 5, estaban posicionados en el Pacífico durante la prueba.
Aunque el Ministerio de Defensa de China no ha revelado la ubicación exacta de impacto del misil, indicando solo que la ojiva simulada "cayó en las áreas marítimas previstas", informes de la Polinesia Francesa sugieren que el misil aterrizó cerca de la zona económica exclusiva del territorio francés del Pacífico, a más de 11.000 km de Hainan.
La prueba también brindó a China la oportunidad de evaluar sus capacidades de seguimiento para vuelos de misiles de largo alcance. Timothy Wright, investigador de misiles del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Londres, señaló la naturaleza evolutiva de las capacidades chinas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR) basadas en el espacio.
Para esta prueba, el EPL utilizó uno de sus ICBM más antiguos, un DF-31, lanzándolo desde Hainan para minimizar las complejidades diplomáticas y geográficas. El misil fue transportado más de 1.000 km desde su base en Yibin, provincia de Sichuan, hasta el sitio de lanzamiento. Algunas naciones del Pacífico, incluida Kiribati, expresaron preocupaciones por no haber sido notificadas de la prueba, lo que llevó a Nueva Zelanda a contactar a sus socios de las islas del Pacífico tras ser informada por China.
La frecuencia y transparencia de tales pruebas de misiles son motivo de inquietud para las naciones y observadores regionales. James Char, experto en seguridad china con sede en Singapur, comentó sobre el potencial de reacciones negativas ante lanzamientos frecuentes y la probabilidad de que China sea cautelosa para evitar revelar el alcance total de sus capacidades militares.
Reuters contribuyó a este artículo.
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