Por Lisa Jucca
MILÁN, 30 jul (Reuters Breakingviews) - Durante la crisis del coronavirus, hasta los últimos reductos reticentes a la banca digital se han visto obligados a tirar la toalla. Eso significa que los grandes bancos en los países desarrollados, desde el japonés Mitsubishi UFJ Financial Group (T:8306) hasta el italiano UniCredit (MI:CRDI) y otros, pueden acelerar sus planes para cerrar sucursales. La desventaja: los costes de la tecnología pueden limitar los ahorros, ya que este futuro híbrido de pocas sucursales y mucha banca virtual llega mucho antes de lo que el sector esperaba.
Los confinamientos y el miedo al contagio desencadenaron un auge de la banca móvil y un desplome de las visitas a las sucursales. En Banco BPM (MI:BAMI), un rezagado digital en Italia, un país a la cola en tecnologías de la información, por ejemplo, hasta el 65% de las transacciones se realizan ahora en internet, frente a menos de la mitad antes de la pandemia. Esta tendencia está aquí para quedarse: uno de cada cuatro clientes en mercados como Alemania, Japón y Estados Unidos tiene previsto utilizar menos sucursales, o evitarlas por completo, según el Boston Consulting Group. Algunos banqueros estiman que hasta un 30% de las oficinas bancarias de Estados Unidos cerrados durante el confinamiento no abrirán sus puertas de nuevo.
El recorte global de las redes de oficinas comenzó con la crisis financiera de 2008. Las sucursales europeas, por ejemplo, se han reducido desde entonces en casi un tercio, hasta 165.000. Un recorte de 40.000 establecimientos en los próximos tres años, como predice la consultora Kearney, podría generar un ahorro anual antes de impuestos de 12.000 millones de euros, asumiendo un coste de 300.000 euros por banco cerrado, según los cálculos de Breakingviews. Aunque son cifras pequeñas frente a las pérdidas que se prevén por la morosidad —unos 400.000 millones de euros solo en Europa— debido a la crisis del coronavirus, se trata de ahorros permanentes.
El problema es que el cambio digital no será gratuito. El despido de personal puede costar años de salario en países como España. El cierre de sucursales también supone una pérdida de clientes. Y las inversiones necesarias para pasar al mundo digital son cuantiosas. UniCredit, que tenía previsto cerrar 500 locales en Europa occidental antes de la pandemia, ha destinado 900 millones de euros por nuevos costes de tecnología de la información al año para 2023, frente a los 1.000 millones de euros de ahorro global previsto por la reducción de personal y de sucursales. Es posible que los pequeños bancos locales y los de tamaño mediano no puedan permitirse esas inversiones, en un contexto de bajos tipos de interés que reducen sus márgenes de beneficio, lo que probablemente los empujará a emprender fusiones.
Además, las sucursales que sobrevivan servirán para otros fines. A medida que las transacciones rutinarias se realicen plenamente en Internet, se convertirán en centros de funciones de asesoramiento de mayor valor, como la venta de productos complejos y más rentables o la concesión de préstamos a pequeñas empresas. Eso también limitará el tamaño de cualquier ahorro. Una vez que la pandemia se calme, las sucursales bancarias habrán disminuido, sin duda, pero no será su adiós definitivo.
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La autora es columnista de Reuters Breakingviews. Las opiniones vertidas en esta columna son responsabilidad exclusiva de su autora - Columnas anteriores con la misma firma, para clientes de Reuters: [JUCCA/] - SUSCRIPCIÓN A ALERTAS DE CORREO ELECTRÓNICO DE BREAKINGVIEWS: http://reut.rs/2dxfHO3
(editado por Rob Cox y Oliver Taslic; traducido por Tomás Cobos)