Elías L. Benarroch
Jerusalén, 9 jul (EFE).- Después de que su predecesor, Stanley Fischer, consiguiera sortear la crisis financiera mundial, el nuevo gobernador del Banco de Israel, Yaacov Frenkel, afronta una desaceleración en el mercado que augura para el año que viene niveles de desempleo por encima del 7 por ciento.
Aprobado su nombramiento por la Comisión de Designaciones de Altos Funcionarios, que la semana pasada le dio luz verde a pesar de un pequeño escándalo a su alrededor, Frenkel regresará en las próximas semanas a un cargo que ya ocupó hace una década, pero lo hará en unas circunstancias muy distintas.
Los datos de 2012 y las previsiones económicas apuntan a que el crecimiento del PIB de Israel seguirá descendiendo, de índices por encima del 4,5 por ciento en 2010 y 2011, a 3,8 en 2013 y 3,2 en 2014. En 2012 fue de 3,3.
Se trata de unos datos que ya incluyen la aportación de la flamante producción de gas natural, que comenzó en abril y sin la cual el crecimiento sería un punto porcentual más bajo en ambos casos.
La desaceleración, producto de una evolución internacional que no acaba de poner fin a la crisis iniciada en 2008, ya se está traduciendo en Israel en un creciente desempleo y se espera que para mediados de 2014 se sitúe en torno al 7,2.
Entre los indicadores a la baja también figuran las importaciones, las exportaciones, el consumo privado y las inversiones en el sector inmobiliario, lo que desde luego no ayudará a rebajar los astronómicos precios de la vivienda, que representan en Israel casi el 40 por ciento del sueldo promedio (9.145 NIS, unos 1.950 euros).
Actual presidente de J.P. Morgan Chase International y del think tank "Grupo de los Treinta" (G-30), Frenkel es un reconocido economista internacional, pero en su hoja de servicios arrastra dos puntos negros, uno local y otro internacional.
El primero tiene que ver con el paquete de bonificaciones que se preparó a si mismo en su primer mandato al frente del Banco de Israel (1991-2000), teniendo que devolver 238.000 shekels (unos 50.000 euros) que retiró de forma improcedente en concepto de días de enfermedad y dietas que no le correspondían.
El otro, mucho más polémico, está relacionado con la nacionalización de facto de la multinacional AIG cuando él era presidente de su consejo internacional en 2008.
Hasta el día de hoy no ha reconocido su responsabilidad en los riesgos que la aseguradora asumió en el mercado inmobiliario y que provocaron la dramática intervención del gobierno estadounidense para salvarla de la quiebra.
Aún así, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha preferido tener a un economista de reputación internacional al frente del Banco de Israel para sustituir a Fischer, que hizo que el mercado local sortease la crisis internacional casi sin consecuencias.
Frenkel se ha abstenido de hacer declaraciones a la prensa desde su nombramiento a finales de junio y su política monetaria en las actuales circunstancias sigue siendo un misterio para todos los comentaristas.
Mientras su predecesor mantiene al mínimo los tipos de interés desde mediados de 2008 -actualmente, 1,25 por ciento-, Frenkel aboga por comenzar a subirlos porque "todo gobernador (de banco emisor) sabe que no es un política que se pueda mantener a lo largo del tiempo".
"No quiere decir que sea un política muy mala, pero no es un lugar donde quiera estar, por ello hay que comenzar a hablar de una estrategia de salida", dijo hace tres meses en una conferencia internacional en la ciudad de Herzliya.
Más ambigua es su política sobre el gasto público y el mercado de divisa.
Fiel a sus creencias neoliberales y de origen estadounidense (sólo se nacionalizó israelí al entrar en funciones en 2005), Fischer solía exigir al Gobierno una estricta disciplina presupuestaria, rota en 2012 a raíz del gasto extra exigido por una ola de protestas sociales y el agujero dejado por la imprevista reducción de la recaudación fiscal.
Debido a las elecciones celebradas en enero, el Gobierno israelí aún no ha aprobado los presupuestos del bienio 2013-14, que contemplan subida de impuestos, fuertes recortes y, aún así, un déficit ampliado a 4,65 por ciento del PIB.
En cuanto al shékel, se espera que Frenkel sea mucho más conservador que Fischer, que desde que estalló la crisis en las principales potencias occidentales ha intervenido el mercado de divisa con la compra de miles de millones de dólares para impedir que la moneda local se fortalezca y dañe aún más la exportaciones israelíes. EFE