Atenas, 30 dic (EFE).- Cuando el 1 de enero de 2002 el euro comenzó a circular en Grecia nadie podía imaginar los problemas que acabaría teniendo el país con la nueva divisa, lejos estaban todavía las noticias sobre datos falsificados o la amenaza del 'grexit' -el posible abandono del país de la Unión Europea-.
Las imágenes del momento mostraban al entonces primer ministro griego, Kostas Simitis, retirando con entusiasmo sus primeros euros de un cajero automático.
A pesar de tener durante 169 años el dracma en sus manos, la ciudadanía se unió al entusiasmo, consciente de que la nueva moneda iba a traer muchas facilidades a un país que vive predominantemente del turismo.
Esta opinión positiva iría fluctuando a lo largo de los años, como en muchos otros países, sobre todo en tiempos de inflación, en los que la población tendía a culpar al euro del encarecimiento.
Sin embargo, en 2009 todo empezó a derrumbarse. El nuevo ministro de Finanzas griego, Yorgos Papakonstantinu, asistió en octubre a su primer Eurogrupo e informó de que el déficit griego para ese año no sería del 6 % del PBI como había anunciado a Bruselas tan solo 17 días antes el Gobierno anterior de Konstantinos Karamanlís, sino del 12,5 % del PIB, o sea más del doble.
Grecia había estado falseando sus estadísticas desde 2000, con el objetivo de cumplir los criterios de convergencia requeridos (uno de ellos era el déficit) y no quedarse así fuera del club selecto de los países miembros del euro.
Se desató el pánico entre las instituciones y países europeos, y las bolsas internacionales empezaron a temblar.
Seis meses después el nuevo primer ministro, Yorgos Papandréu, anunció la entrada de Grecia en el primer programa de rescate financiero, con severos recortes a todos los niveles. Le seguirían dos rescates mas, cada uno de ellos firmado por un nuevo primer ministro.
Según datos de la oficina de estadística comunitaria, Eurostat, el ingreso medio disponible de un trabajador griego cayó más del 40 % entre 2009 y 2014.
En pleno debate sobre la salida del euro y el pulso con los acreedores del nuevo Gobierno izquierdista liderado por Alexis Tsipras, más de un 60 % de los griegos se pronunciaron en referéndum contra la firma de un tercer rescate. Tsipras, sin embargo, acabó plegándose y lo firmó, lo que a medio plazo también él acabaría pagando en las urnas.
A pesar de que los griegos eran contrarios al rescate, no estaban a favor de abandonar la moneda europea, y en una encuesta realizada en ese tumultuoso verano de 2015 tres cuartas partes de la población se manifestó partidaria de mantener el euro.
ds-