Ángel Alonso
Madrid, 10 dic (EFE).- El sector del automóvil pidió ayudas y a
lo largo del año recibió de los gobiernos iniciativas que cumplieron
con el objetivo de dinamizar el mercado, pero también se enfrentó al
culebrón que brindó General Motors en ese deshoje de la margarita en
que se convirtieron las ventas de Opel y Saab.
En España, el Plan 2000E de ayudas directas a la compra de coches
vino impuesto por el efecto mimético de los buenos resultados que
estas iniciativas habían tenido en los principales mercados europeos
y por la necesidad imperiosa de atajar la sangría de un mercado que
cerraba la primera mitad del año con una caída acumulada de ventas
del 42%, el registro semestral más alto de la historia.
Dicho plan fue una de las medidas estrella para combatir la
crisis anunciada por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero, en el Debate sobre el estado de la nación del mes de mayo.
La propuesta de una ayuda directa de 2.000 euros a la compra de
coches con emisiones por debajo de los 149 g/km de CO2, aportando la
mitad las marcas automovilísticas, y el resto, a partes iguales,
Gobierno Central y las Comunidades Autónomas, pecó de cierta
improvisación, pues estas últimas se encontraron con la propuesta
sin consultas previas.
Poco a poco, los gobiernos autonómicos, con algunas excepciones
importantes como la Comunidad de Madrid (uno de cada cuatro coches
matriculados en España), aceptaron las condiciones propuestas por el
jefe del Ejecutivo y muñidas por el ministro de Industria, Miguel
Sebastián.
En el sector, sin embargo, quedó el sabor dulce de la aceptación
de su clamor reivindicativo, mezclado con el amargor de un riesgo
cierto de deshomogeneización del mercado único, por la
discrecionalidad otorgada a cada comunidad en el arbitraje de las
ayudas.
Con el tiempo se añadió otro elemento incómodo y fue la tardanza
en hacer llegar a los concesionarios el dinero adelantado de las
ayudas estatales, debido a descoordinaciones entre administraciones,
aunque a cierre del ejercicio estas disfunciones se han corregido
notablemente.
Al margen de la burocracia, los efectos del Plan 2000E, aprobado
definitivamente el 18 de mayo, dejaron sentirse pronto en el
mercado. Tras unos meses de junio y julio dubitativos, agosto
corrigió la tendencia con un resultado estable y abrió la senda de
los crecimientos en septiembre, octubre y noviembre.
El tirón de la demanda de particulares ha sido especialmente
benéfico en este comportamiento desde el principio y ello ha
supuesto que la caída del acumulado anual, en sólo cinco meses,
recortase más de veinte puntos porcentuales, sin menospreciar una
mejor previsión de cierre del ejercicio anual, que apunta a unas
950.000 unidades, frente a las 800.000 que se apostaban en
principio.
La bondad de la medida tiene prolongación el año que viene,
aunque, ya previene el sector, con condiciones similares a la de
este año, es más que probable que su vigencia no se extienda más
allá de un cuarto del ejercicio y el mercado es todavía lo
suficientemente frágil como para evitar ensayos sin estas ayudas.
General Motors ha sido el autor del folletín Opel. Eligió al
consorcio austro-canadiense Magna, en alianza con el banco ruso
Sberbank, como adjudicatario de su marca generalista en Europa. Se
desdijo meses después, cuando el fabricante de componentes negoció
por toda Europa, España incluida, el tratamiento a dar al excedente
laboral y fabril.
Magna fue desde el principio la opción preferida por el Gobierno
y los sindicatos alemanes por dar un tratamiento favorable al tejido
industrial del Ope en el país. Un proceso electoral en marcha y el
condicionante del Gobierno de Merkel de conceder créditos por 4.500
millones de dólares si la opción elegida era Magna decantaron la
decisión de la multinacional estadounidense.
Esta nunca ocultó su poca sintonía con dicha oferta,
principalmente, por la sociedad con Sberbank, socio de referencia de
AutoVaz, un fabricante automovilístico ruso, que podía acceder a
importante "know-how" de Opel, cuando GM ya había puesto sus ojos
con estructura fabril y comercial en el mercado europeo de mayor
potencial de crecimiento.
Magna negoció duramente con el Gobierno español y los sindicatos
de la factoría de Figueruelas (Zaragoza) que nunca aceptaron el
recorte propuesto de casi 1.700 empleos que, tras largos tiras y
aflojas, quedaron reducidos a 900, un techo que ahora la parte
española considera inamovible en la negociación reabierta con la GM
de nuevo al mando de Opel. EFE