Pekín, 9 may (EFE).- El crecimiento de los precios en China se situó en abril en el 1,8 por ciento, su nivel más bajo en año y medio, una tasa benigna que da un mayor margen al Gobierno para implementar políticas de estímulo monetario en caso de que la desaceleración de la segunda economía mundial se agudizara.
Según datos publicados hoy por la Oficina Nacional de Estadísticas china (NBS), la tasa de inflación es la más baja desde octubre de 2012, cuando se registró una subida del 1,7 por ciento, y supone una caída de seis décimas con respecto al dato interanual de marzo (2,4 por ciento).
La principal razón de la caída de la inflación es la bajada del crecimiento de los precios de los alimentos, que suponen una tercera parte de la cesta de la compra del consumidor chino, cuyo valor se ralentizó hasta el 2,3 por ciento comparado, por ejemplo, con el 4,1 por ciento registrado en marzo.
Concretamente, y a pesar de que el precio de la fruta se disparó hasta un 18,6 por ciento en un año, el abaratamiento de los vegetales, el 7,9 por ciento, o de la carne de cerdo -uno de los productos más consumidos en China-, del 7,2 por ciento, fueron los principales motores que empujaron la inflación hasta sus niveles más bajos en 18 meses.
En los primeros cuatro meses del año, la inflación en China se situó de media en el 2,2 por ciento, una cifra que sigue muy por debajo del límite marcado por el Gobierno para este año, situado en el 3,5 por ciento como máximo.
Además, según aseguró hoy la propia NBS en un comunicado, "el nivel de precios en el futuro seguirá con un crecimiento modesto", por lo que se espera que la inflación no se acerque al límite marcado por Pekín.
El control de la inflación dentro de los rangos aceptables refuerza la posibilidad de que el Banco Popular de China (PBOC, central) relaje la política monetaria para estimular la economía si el cumplimiento del objetivo marcado para 2014 por el primer ministro, Li Keqiang, del 7,5 por ciento, se viera amenazado.
Sin embargo, por ahora el Ejecutivo ha extendido las políticas de estímulo fiscal y de aumento del gasto público, como inversión en nuevas líneas de ferrocarril y el recorte de impuestos a las pequeñas empresas, pero se ha mostrado reticente a llevar a cabo estímulos monetarios contundentes a corto plazo.
Por su parte, el economista jefe del Centro de Información del Estado, un organismo dependiente de la poderosa Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, aseguró a la agencia oficial Xinhua que la bajada de la tasa de inflación "es un reflejo de la debilidad de la demanda global y la desaceleración del crecimiento económico".
En el primer trimestre del año, la segunda economía mundial creció un 7,4 por ciento, tres décimas menos que en 2013 y su tasa más baja de los últimos años.
La desaceleración de China, además de por la inestable demanda externa, se debe al conjunto de reformas estructurales que están llevando a cabo las autoridades para cambiar el modelo económico del país.
China busca, según han remarcado en numerosas ocasiones los líderes del país, un modelo alejado del crecimiento "a toda costa" que estaba impulsado por el crédito, la competitividad exterior y la inversión pública, para ir hacia uno donde en el que el consumo de los ciudadanos y la inversión privada sean el principal motor de la economía.
En este sentido, el primer ministro del país, Li Keqiang, ha afirmado en varias ocasiones que "el crecimiento económico tiene que asegurar el nivel de empleo", y que "la tasa marcada es flexible y las reformas son la primera prioridad".