Madrid, 3 mar (.).- La cobertura de los riesgos en caso de guerra está muy limitada al ámbito del transporte internacional y la mayoría de pólizas en todos los países excluyen por defecto los daños causados por un conflicto bélico, pues son potencialmente demasiado grandes para poder asegurarlos, según explica Mapfre (MC:MAP).
La compañía recuerda en un artículo que las aseguradoras habían experimentado un notable crecimiento en la primera mitad del siglo XX ofreciendo protección a personas y empresas, hasta que se encontraron en la encrucijada de qué hacer cuando uno de los riesgos cubiertos era potencialmente tan destructivo como un conflicto bélico.
En los años 30 del siglo pasado, los grandes riesgos como el de guerra se cubrían principalmente desde Londres, donde ya operaban las grandes compañías de un mercado que en otras muchas latitudes aún era solo incipiente, recuerda Mapfre.
En 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial pero en plena guerra civil en España y viendo los efectos demoledores de los bombardeos a gran escala sobre poblaciones, las aseguradoras del mercado londinenses acordaron una cláusula estándar de exclusión de guerra para el grueso del negocio.
Pero las exclusiones iban más allá de un conflicto bélico e introducía los términos de rebelión, revolución o insurrección, o de confiscaciones ordenadas por gobiernos.
EXTENSIÓN INTERNACIONAL
La cláusula de exclusión de guerra se generalizó internacionalmente, y se estableció como base legal la premisa de que la destrucción bélica no podía ser responsabilidad de las aseguradoras.
Durante décadas, argumenta Mapfre, las mayores dificultades para los seguros con estos riesgos han surgido en los supuestos en que no se puede establecer con claridad la autoría de un poder militar enemigo, o que los daños sean consecuencia del conflicto.
Los tribunales han sido entonces los responsables de dirimir un buen número de complejas disputas al respecto, muchas de ellas de multinacionales que habían sufrido pérdidas en países en guerra.
La cláusula de exclusión de guerra permaneció como el estándar global hasta el año 2001, cuando tuvieron lugar los atentados terroristas del 11 de septiembre, que propiciaron que este riesgo comenzase a formar parte de las exclusiones presentes en la mayoría de contratos.
La razón es similar: el daño causado por organizaciones terroristas es potencialmente demasiado destructivo como para poder ser incluido en una póliza general, aunque en algunos países como Alemania han aparecido coberturas específicas para estos casos respaldadas por las autoridades.
Ya durante el siglo XIX, una de las actividades en las que el mercado asegurador había tomado más impulso era el comercio, y se había generalizado la cobertura del transporte de mercancías, especialmente el marítimo.
Fue aquí, según explica el artículo, donde las aseguradoras comenzaron a protegerse de los riesgos de la guerra y se comenzó a trabajar con ellos, con coberturas específicas en caso de que los daños o el hundimiento del barco hubiesen sido causados por un ataque militar de un país enemigo.
Los riesgos de guerra siguen presentes a día de hoy en el sector asegurador de "marine" (el transporte internacional, que incluye barcos, mercancías, aviones…).
En estas líneas de negocio, la contratación de coberturas para conflictos bélicos es habitual, aunque en ocasiones con entidades especializadas como Garex, un consorcio de riesgos de guerra del que la propia Mapfre forma parte.
Se trata de pólizas o coberturas con sus propias condiciones, reglas y usos, y cuando estalla un conflicto, como la reciente invasión rusa de Ucrania, las primas para ciertas zonas pueden dispararse, según apuntan profesionales del ramo.