Vega Sicilia, tesoros vitivinícolas e históricos de una bodega mítica

Concha Rubio Bastida

Madrid, 8 mar (EFE).- A los pies de las viñas de Vega Sicilia en Valbuena de Duero (Valladolid, centro de España) aún queda en pie el acueducto romano que regaba aquellas tierras, uno de los testigos mudos de los secretos que encierra una de las bodegas más prestigiosas, fundada en 1864 y cuyos tesoros no están abiertos al público.

En plena milla de oro de la zona vitivinícola de Ribera de Duero, la de Vega Sicilia es una de las bodegas que más interés despierta debido al mito que le rodea desde 1915, cuando los primeros vinos Vega Sicilia y Valbuena (obra de Domingo Garramiola) no se podían conseguir con dinero, sino con amistad: se regalaban a la burguesía, la aristocracia y los amigos de la familia Herrero, propietaria en aquellos años.

Hoy esa leyenda perdura en parte, ya que sólo se puede comprar vino a la bodega si ésta acepta las credenciales que se le remiten y que siempre contestan personalmente, explica su presidente Pablo Álvarez.

En manos de la familia Álvarez desde 1982 (adquirida a la sociedad Productores de Semilla) el negocio se ha profesionalizado, pero en cierta medida la exclusividad continúa: es la única bodega que se permite el lujo de no embotellar un año si la calidad de la cosecha no se ajusta a los niveles exigidos.

Una decisión nada fácil, como reconoce Álvarez, pues para la compañía adoptar esa decisión supone dejar de ingresar entre 6 y 17 millones de euros, para un grupo que factura entre 22 y 30 millones de euros, en función de la producción.

Por ello, en Vega Sicilia con cada cosecha se juegan "todo o nada", admite.

Pero estas decisiones también se traducen en los resultados; en sus manos la bodega ha multiplicado por veinte los beneficios (cuando la adquirieron ascendían a 70 millones de pesetas, más de 375.000 euros actuales) y las ventas han crecido más de un 20 %.

Fuera de la campaña de la vendimia la bodega respira tranquilidad, las vides reposan y, en el taller de tonelería, se realizan los trabajos para la fabricación y reparación de las barricas, una de las pocas bodegas que fabrica la suyas propias.

Para ello, la madera de roble americano se deja secar a la intemperie durante tres años y luego se guarda bajo techo dos años más, para que más tarde el maestro tonelero les dé su forma definitiva.

En estos momentos, el activo más valioso de la bodega, el vino embotellado, reposa en un gran edificio climatizado.

Son cerca de un millón de botellas que esperan perfectamente organizadas a que llegue la fecha en la que se enviarán a sus compradores, que son dos años en el caso de Valbuena y cuatro en el de Vega Sicilia.

Olor a madera nueva, vieja, a vino y a tierra; el complejo de edificios que alberga la bodega cuenta con un orden propio en el que se mezclan las construcciones más antiguas con las más nuevas y donde ahora hay poco movimiento a excepción de los trabajadores que preparan las barricas y los que mantienen la maquinaria.

La finca también aloja la casona que levantó el fundador de la bodega en 1864, Eloy Lecanda, quien logró convertir la bodega en proveedor oficial de la Casa Real y obtener la Gran Cruz de Isabel la Católica, pese a que aún no había nacido su más prestigioso vino.

Hasta que Lecanda funda la bodega, estas tierras se destinaban a otras labores agrícolas y ganaderas; él trajo de Francia 18.000 sarmientos de uva cabernet sauvignon, malbec, merlot y pinot noir, y cuya producción entonces se destinaba a brandy y a ratafía (un licor con más de mil años de antigüedad).

Ahora la familia Álvarez quiere dar un impulso mayor al negocio bodeguero y promete crear otro mito de la mano de uno de los accionistas de Château Lafite, Baron Benjamin de Rothschild.

En una alianza al 50 % han creado una nueva bodega en Rioja, que tendrá los mismos principios que la de Ribera de Duero y que en dos meses sacará al mercado su primer Macán, cuya demanda ya superado la oferta.

Pero el grupo, que realizará una subasta en Sothebys en Hong Kong el 4 de abril, quiere ir a más y, como afirma Pablo Álvarez, "siempre tengo en mente poder tener bodegas en Francia (Burdeos o Borgoña) y en el caso de España en Jerez y Galicia". EFE

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