Por Lisa Rapaport
(Reuters Health) - Cuando a los médicos les piden evaluar la virginidad, algunos eticistas de Estados Unidos sostienen que deberían negarse a hacerlo porque no es clínicamente necesario y puede causar daños psicológicos.
Esos exámenes pélvicos se hacen en muchas partes del mundo para comprobar la aptitud para el casamiento.
Pero un grupo de eticistas publica en The Lancet que los médicos no deberían estar de acuerdo con esas evaluaciones porque violan los principios básicos de la ética profesional: proteger el bienestar de la paciente, respetar la autonomía de la mujer y promover la justicia.
"La evaluación de la virginidad no protege ni promueve la salud de las pacientes. Por lo tanto, es totalmente incompatible con estos tres principios de la ética médica en obstetricia y ginecología", indicó el coautor del estudio, Laurence McCullough, eticista e investigador especializado en salud pública de Baylor College of Medicine, Houston.
"No proporciona beneficio clínico ni previene el riesgo de causar un daño biopsicosocial", indicó.
Durante la evaluación, que se conoce como la prueba "de los dos dedos", un médico realiza un tacto del himen, que es una membrana delgada que para algunas culturas está intacta hasta que las mujeres tienen relaciones sexuales.
Pero algunas mujeres nacen sin himen o la membrana se puede romper o estirar con algunos deportes o el uso de tampones.
Muchas organizaciones de derechos humanos condenaron la evaluación por ser inhumana y no ética. La Organización Mundial de la Salud asegura que "no hay lugar para la prueba de la virginidad (o 'de los dos dedos'); carece de validez científica".
Aun así, la práctica continúa vigente en muchos países, como India, Turquía, Afganistán, Egipto, Libia, Jordania, Indonesia y Sudáfrica.
La prueba también tuvo otros usos: para asegurarse, por ejemplo, que las mujeres son vírgenes cuando ingresan a las fuerzas armadas. Se utilizó en acusaciones contra mujeres de delitos morales o cuando se escapaban del hogar.
En Sudáfrica, la prueba dejó de utilizarse, pero volvió a implementarse con la epidemia del sida, según recordó Louise Vincent, investigadora especializada en salud reproductiva femenina de la Universidad de Rodas, Sudáfrica, y que no participó del estudio.
Opinó que en ese contexto de epidemia, en un país donde las mujeres muy jóvenes tienen la primera experiencia sexual sin consentimiento, la prueba de la virginidad puede utilizarse como un freno a los avances sexuales no deseados.
"Está muy bien que la población occidental, formada, exija justicia y autonomía para la persona, pero esos principios éticos no son efectivos en el contexto que describo", agregó Vincent.
"Aquí, que una joven le diga a un hombre insistente `No puedo, tengo que hacerme la prueba la semana que viene con una anciana' sirve como un instrumento raro para resistirse en un contexto en el que esos recursos no existen", agregó.
Pero aun en esas circunstancias, la prueba no es un acto médico ético, insistió McCullough.
FUENTE: The Lancet, online 22 de diciembre del 2015.