Por Hereward Holland
BUSU-MANDJI, República Democrática del Congo, 23 mar (Reuters) - Thomas la locomotora sonríe desde el pecho del jersey desgarrado de Dobo Mambanza. A diferencia de la cara del tren de dibujos animados, la de Dobo está cubierta de manchas y congestionada mientras lucha por respirar, llorando con los ojos cerrados. La niña de tres años se está quedando ciega.
Acunada por su madre, Dobo yace en el pabellón de un centro de salud en un pueblo remoto del norte de la República Democrática del Congo, donde mosquiteras montadas con palos cuelgan sobre camas metálicas oxidadas y los médicos trabajan frenéticamente para contener un virus mortal.
Dobo no ha sido infectada por el nuevo coronavirus o el por el ébola. Ha contraído el sarampión, una enfermedad prevenible pero extremadamente contagiosa que desde enero de 2019 ha asolado el Congo deforma descontrolada en las regiones remotas del país. Unas 6.400 personas han muerto, según las cifras oficiales, aunque los trabajadores sanitarios dicen que el número es probablemente mucho más alto porque las tasas de notificación son muy bajas.
"Me siento culpable porque tengo miedo de que la gente diga que esto sucede por no haber llevado a mi hija a ser tratada rápidamente", dijo la madre de Dobo, Wanea Mabele, al oír la respiración ronca de su hija.
Pero Mabele no tiene la culpa. La falta de financiación y el retraso de las campañas de vacunación del Gobierno en la vasta nación centroafricana han dejado en situación de vulnerabilidad a millones de niños hasta los que es difícil acceder.
Una partida de vacunas defectuosas ha dejado a otros miles de personas en situación de peligro sin saberlo, según los trabajadores sanitarios locales e internacionales, en una nación de 81 millones de habitantes que es diez veces más grande que Reino Unido.
Complicando aún más las cosas, las autoridades congoleñas han dedicado cientos de millones de dólares y numerosos profesionales a la lucha contra un brote de ébola en el este del país que ya dura 19 meses y ha matado a más de 2.000 personas, debilitando los esfuerzos para contener el sarampión, según señalan miembros de los servicios sanitarios. El ébola está entrando en declive, pero el COVID-19 amenaza con acaparar toda la atención.
Tras la detección de un primer caso en Kinshasa este mes, el número de casos en el Congo se elevó hasta los 18 durante el fin de semana.
"Se dará prioridad al COVID-19 en las próximas semanas o meses dependiendo de la tendencia de la enfermedad. En consecuencia, nos enfrentaremos a dificultades en la movilización de recursos para el sarampión", dijo Vincent Sodjinou, quien dirige la respuesta al sarampión para la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El sarampión está aumentando en todo el mundo, pero el Congo es el país más afectado.
(Editado por Edward McAllister y Andrew Cawthorne; traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)