Por Mitra Taj
LIMA (Reuters) - La familia Fujimori ya ha pasado por esta situación.
Cuando Alberto Fujimori huyó de acusaciones de corrupción y renunció a la presidencia de Perú por fax desde Japón en 2000, muchos pensaron que el apellido y el movimiento populista de derecha que construyó durante una década en el poder estaban arruinados.
Pero su hija Keiko, una graduada de la Escuela de Negocios de Columbia y que una vez fue su primera dama, pronto salió a escena.
Mientras Alberto Fujimori languidecía en prisión por crímenes de derechos humanos luego de ser extraditado de Chile, Keiko convirtió el legado de su padre en el partido político mejor organizado de Perú. El exalcalde de la ciudad de Nueva York, Rudy Giuliani, fue su asesor de campaña y casi llegó a la presidencia en las elecciones de 2011 y 2016.
Pero este año, el movimiento "Nuevo fujimorismo" que Keiko cultivó cuidadosamente durante más de una década se ha hundido en el escándalo, poniendo a una de las dinastías políticas más conocidas de América Latina de nuevo en cuidados intensivos.
Los peruanos vieron durante la semana pasada como Keiko trataba de defenderse en tribunales de las acusaciones de que usó la carrera presidencial de 2011 para obtener 1,2 millones de dólares en sobornos de la constructora brasileña Odebrecht.
Esta semana, un juez le ordenó a Keiko, ahora de 43 años, que pase hasta tres años en la cárcel a la espera de un juicio, paralizando de paso a su poderoso partido y privando a la mayor base conservadora de Perú de un líder con posibilidades.
Desde una perspectiva más amplia, ha sido un recordatorio de cómo los movimientos políticos creados en torno a un apellido pueden ser tanto una bendición como una maldición.
Keiko niega que haya cometido un delito y ha culpado de sus problemas judiciales a una "persecución política" de la que ha jurado defenderse.
OTRO REGRESO PODRÍA SER DIFÍCIL
"No es la primera vez que el fujimorismo ha estado en crisis terminal", dijo el politólogo Carlos Melendez.
"No es la primera vez que el fujimorismo ha tenido un líder preso. No es la primera vez que habla de persecución política. No es la primera vez que pierde apoyo popular (...) la diferencia es que Alberto tenía algo que mostrar (...) Keiko no tiene nada", agregó.
Los partidarios de Alberto Fujimori le dan crédito por haber sofocado a la insurgencia de izquierda y sacar a Perú de la ruina económica, y niegan o minimizan el autoritarismo y los asesinatos extrajudiciales en su gobierno.
Keiko, sin embargo, es una legisladora con un solo mandato que, según críticos, despilfarró a una mayoría del Congreso en lo que consideran una venganza personal contra el expresidente Pedro Pablo Kuczynski, quien la derrotó por poco en las elecciones de 2016 y renunció en marzo para evitar un juicio político.
Muchos de la elite conservadora de Perú ven al fujimorismo como el único grupo político lo suficientemente popular como para evitar que la izquierda alcance el poder en el segundo productor de cobre del mundo.
Pero, a menos de tres años de las próximas elecciones generales en 2021, nadie sabe quién podría liderar un renacimiento familiar.
Alberto Fujimori, ahora enfermo y con 80 años, ha pasado el último mes en el hospital, donde evita ser enviado de nuevo a prisión después de que un juez anuló el indulto que obtuvo el año pasado.
Su hijo Kenji, un legislador que alguna vez habló de postularse a la presidencia, se retiró de la política después de que el partido de su hermana lo repudió en marzo tras la publicación de vergonzosos videos en que presionaba a legisladores para mantener a Kuczynski en el poder.
Keiko podría salir de prisión antes de 2021 con una apelación, pero el obstáculo más grande que enfrentará es cambiar la visión cada vez más generalizada de que es corrupta y autoritaria, una imagen que heredó de su padre y que pasó años tratando de sacudirse.
"El Perú esta harto de los Fujimori", dijo Modesto Guidiche, un conserje de 55 años. "Resulta que la hija es igualita al padre".
Pero los partidarios de Keiko dicen que es acusada injustamente por la reciente agitación política en Perú y que, como lo hizo una vez su padre, seguirá participando en la política desde la prisión.
"Ella esta muy fuerte. Y yo le digo, esto recien comienza", dice su marido estadounidense Mark Vito. "Jamás nos vamos a rendir. Nunca nos vamos a rendir", agregó.
(Información de Mitra Taj. Editado en español por Javier López de Lérida y Carlos Aliaga)