Por Alastair Macdonald
BRUSELAS (Reuters) - Tienen mucho en común -tanto en privado como en la vida pública-, se respetan mutuamente y pasarán mucho tiempo juntos, pero los negociadores del Brexit, David Davis y Michel Barnier, están en polos opuestos respecto a Europa.
Nacidos en los duros años de la posguerra, el secretario británico para el Brexit Davis en Inglaterra y el negociador jefe de la Comisión Europea Barnier en Francia, ambos hicieron carrera en el espectro de la derecha política, pero frecuentemente a modo de 'outsiders', mostrando con orgullo sus vínculos personales con la gente corriente y manteniéndose a distancia de las élites.
Se conocieron el uno al otro muy bien a nivel personal cuando ambos participaron en una comisión de ministros de asuntos europeos a mediados de la década de los noventa dirigida a reformar el bloque comunitario.
La química personal podría ayudar a evitar que las complejas conversaciones se vuelvan agrias, si bien Davis intentará forzar los mejores términos de divorcio posibles para Reino Unido frente a un Barnier que negocia en nombre del resto de los 27 Estados miembros de la UE.
Sin embargo, la carrera de Barnier le ha convertido en un convencido partidario de la unidad europea, mientras que Davis es un euroescéptico de amplia trayectoria.
Barnier, de 66 años, mantiene sus vínculos con la zona francesa alpina de Saboya, donde busca recuperar su energía con paseos por la montaña, una pasión que comparte con Davis, de 68 años, exreservista de las fuerzas especiales del Ejército que creció en el duro sur de Londres y quien, como Barnier, está casado y tiene tres hijos.
"OUTSIDERS"
En Francia, Barnier empezó pronto su carrera y se hizo rápido un hueco en la política gaullista tras estudiar en una escuela de negocios parisina.
Aunque se ganó el respecto tras dirigir las Olimpiadas de Invierno de 1992 y como ministro -primero de Medio Ambiente y luego de Agricultura- y comisario europeo, la élite parisina formada en la prestigiosa escuela de la administración francesa ENA nunca lo consideró uno de los suyos.
Esta élite llegó a burlarse por lo que percibía como una falta de ingenio y brillantez durante su breve mandato como titular de la cartera de Exteriores francesa.
Davis también fue a una escuela de negocios, en Londres, tras pasar por secundaria y por la Universidad de Warwick -como en el caso de Barnier, un currículum en el que no abunda el glamour característico del "establishment" que Eton y Oxford dieron a muchos de sus rivales, incluido David Cameron, quien se impuso sobre Davis en 2005 por el liderazgo del Partido Conservador.
Pero Davis, que se ganó la fama de "matón" de verbo afilado en su época como responsable de Interior en la oposición, sonrió el último a pesar de todo: Cameron apostó por convocar el año pasado el referéndum sobre el Brexit en un intento de silenciar a Davis y otros ruidosos euroescépticos. Y perdió.
Mientras Barnier pasó casi sin dificultades de su etapa académica a la política, Davis tuvo una carrera de 15 años en el mundo empresarial en las décadas de los setenta y los ochenta, en la refinería de azúcar Tate and Lyle, empresa que se posicionó el año pasado a favor del Brexit y que desde los años en que Davis estuvo allí se ha quejado de que los aranceles de la UE perjudican a las importaciones de azúcar de caña.
Barnier es "más europeo que francés", según un alto responsable comunitario que trabajó con él. Davis no esconde en modo alguno su profundo rechazo por las instituciones supranacionales.
Mientras comienzan a escalar juntos la montaña de desafíos que representa el Brexit, millones de europeos confían en que sus intereses comunes logren evitar la caída al abismo que podría implicar una ruptura de las conversaciones.