Por Brian Homewood
MILÁN (Reuters) - El ascenso del Atlético de Madrid a la primera línea del fútbol europeo ha sido una lección refrescante para demostrar que no todo se puede comprar con dinero, y pese a todo es un equipo cuyo juego difícilmente enamora.
Los aficionados en territorio neutral se encuentran divididos entre la admiración por la forma en que el técnico Diego Simeone ha transformado y reinventado su equipo en los últimos cuatro años, y el malestar por sus tácticas defensivas y las artimañas utilizadas para lograrlo.
Simeone, que merodea en la banda con el mismo aire amenazador con el que el argentino patrullaba el centro de campo durante su carrera de jugador, ha convertido en uno de los grandes de Europa a los "colchoneros", acostumbrados a frecuentar la mitad de la tabla y descendidos a segunda división entre 2000 y 2002.
Los rojiblancos han roto el duopolio del Real Madrid y el Barcelona en la Liga, ganaron la Europa League y el sábado se medirán a sus vecinos de la capital española en su segunda final de la Liga de Campeones en tres años.
Y sin embargo, en términos de ingresos apenas están en la primera división europea. Se situaron en un modesto puesto decimoquinto en la lista de Deloitte para la temporada pasada, con unos ingresos de 187,1 millones, por debajo de clubes como el Tottenham Hotspur, el Schalke 04 e incluso el maltrecho AC Milan.
Para el Atlético ya supone un éxito reconstruir su equipo cada vez que los clubes más ricos le arrebatan a sus mejores jugadores.
Radamel Falcao, Diego Costa, Arda Turan y Thibaut Courtois están entre los jugadores que ha perdido Simeone, pero cada vez que pierde un gran nombre, el Atleti vuelve con más fuerza y determinación.
En el contexto del fútbol moderno, es un logro único que ha llevado a algunos a sugerir que Simeone es el mejor entrenador del mundo. Algo que sería más fácil de afirmar si su juego resultara más agradable a la vista.
Ante la incapacidad para pagar los talentos de clase mundial de sus rivales, el Atleti se ha convertido en los grandes destructores del fútbol moderno, dedicado casi siempre a la neutralización del juego del contrario y encantado de conceder un 70 por ciento de la posesión.
Para Simeone, no hay concesiones para el mimo a la pelota ni una visión romántica del juego. En sus días de jugador, solía decir que había que salir al campo con "con el cuchillo entre los dientes".
Los rojiblancos juegan al límite del reglamento, con pérdidas de tiempo y jugadores que abandonan el campo lesionados con una frecuencia exasperante.
Entre otras tácticas se incluye lanzar un segundo balón al terreno de juego para parar el contraataque del rival, una ofensa que le supuso a Simeone una sanción de tres partidos.
Simeone, siempre de negro riguroso, no es un hombre de disculpas.
"Lo mejor es insistir, volver a prepararse, levantarse, volver a trabajar, reinventarse, no cambiar la estructura ni el sistema, no cambiar la identidad ni el compromiso", dijo a periodistas el viernes según la web del club.
"Cuando eres insistente en lo que crees, se puede", añadió.
"Hay muy pocos equipos mejores que el Atleti: Bayern, Barcelona y Madrid, pocos más. Después estamos nosotros. Hay competencia interna y competencia hacia fuera. Eso nos posiciona en un lugar que hay que cuidar y que se sostiene ganando", dijo según el diario ABC.
"Soy muy respetuoso con las opiniones de los demás", añadió cuando se le sugirió que a algunos no les gusta su juego.
"El fútbol es maravilloso, porque como en la política y en la religión todos podemos opinar".
(traducción de Tomás Cobos)