Por Simon Dawson y William Schomberg
LONDRES (Reuters) - En una fría y gris mañana de domingo, en una calle que atraviesa almacenes de astilleros, se oyen cánticos de oración en yoruba, un idioma de África occidental, desde un almacén reconvertido en iglesia.
La congregación, vestida casi en su totalidad con túnicas blancas, va creciendo hasta llegar a 70 personas mientras va acelerándose el ritmo de los himnos acompañados por tambores, un teclado y una guitarra. Algunas mujeres se postran en el suelo para orar.
En el austero espacio, con un interior decorado con toques de pintura dorada, un orador le recuerda al grupo una lista de actividades prohibidas: no fumar, no beber alcohol, no practicar magia negra.
En una calle en el exterior, un pastor arroja agua bendita sobre el carro de una mujer que pide su bendición para evitar el riesgo de accidentes.
Esta concurrida escena de la Iglesia Celestial de Cristo (Celestial Church of Christ) se repite en otra media docena de templos cristianos africanos en la misma calle gris y en las vías adyacentes, poniendo de relieve la próspera comunidad de las iglesias africanas en el sur de Londres.
Se estima que alrededor de 250 iglesias de mayoría negra operan en el distrito de Southwark, donde el 16 por ciento de la población se identifica con la etnia africana.
Southwark representa la mayor concentración de cristianos africanos en el mundo fuera del continente, con unos 20.000 fieles que asisten a las iglesias cada domingo, según investigadores de la Universidad de Roehampton.
Como consecuencia de las diferentes olas de migración a Reino Unido en el siglo XX, comenzaron a aparecer iglesias caribeñas a finales de los años 1940 y 1950 con la llegada de trabajadores y sus familias de Jamaica y otras antiguas colonias británicas.
Las iglesias africanas abrieron sus puertas en Londres desde la década de 1960, y en los ochenta se produjo una segunda oleada.
Los inmigrantes, muchos de ellos de Nigeria y Ghana, trataron de crear comunidades y mantener conexiones culturales con sus países de origen mediante la fundación de sus propias iglesias, a menudo fundadas en viviendas privadas, escuelas y oficinas.
A medida que las comunidades iban creciendo, las iglesias se trasladaron a espacios más grandes en salas de bingo, cines y almacenes, reuniendo congregaciones de hasta 500 personas donde las misas se transmiten en internet gracias a la contribución de voluntarios con cámaras de video.
Estas imágenes contrastan con los bancos vacíos de muchas iglesias tradicionales de la Iglesia de Inglaterra, donde las congregaciones han ido perdiendo fieles desde hace muchos años.
"Oramos por este país", dijo Abosede Ajibade, una nigeriana de 54 años que se mudó a Reino Unido en 2002 y trabaja para una empresa de mantenimiento de oficinas.
"Esta gente llevó el cristianismo a África, pero ya no parece que sirvan a Jesucristo".
Cualquier persona que se pase por el sur de Londres un domingo por la mañana verá fieles, a menudo vestidos con ropas africanas de colores deslumbrantes, rumbo a las iglesias, cada uno con sus diferentes doctrinas.
En algunos templos los himnos se cantan solo en lenguas africanas, en otros solo en inglés. Algunos pastores llevan a los parroquianos a los bautismos de inmersión total en las frías aguas del Canal de la Mancha. Otros creen que cuando los devotos comienzan a hablar repentinamente en idiomas desconocidos, es una marca de la presencia del Espíritu Santo.
Pero los investigadores de la Universidad de Roehampton encontraron cosas que muchas de estas iglesias tienen en común, entre ellas la búsqueda del progreso profesional, el compromiso de pasar tres horas o más en una misa dominical y, por lo general, una adoración con muchos decibelios.
"Así es como expresamos nuestra alegría y gratitud a Dios", dice Andrew Adeleke, pastor principal de la Casa de Alabanza (House of Praise), una de las iglesias africanas más grandes de Southwark, en un antiguo teatro.
"Se supone que la iglesia no es un cementerio", dijo Adeleke. "Se supone que es un templo de celebración y adoración, y lo bello es poder expresar nuestro amor a Dios, incluso cuando las cosas no son perfectas en nuestras vidas".
Para algunos, el ruido en las misas con sonido amplificado es un problema, lo que lleva a quejas de los residentes a las autoridades locales.
Pero muchas iglesias se enfrentan a desafíos más grandes que los descontentos vecinos: algunas proporcionan alimentos a la gente con dificultades para llegar a fin de mes, o trabajan con jóvenes en riesgo de ser reclutados por pandillas.
Andrew Rogers, quien dirigió a los investigadores de la Universidad de Roehampton, dijo que los pastores tenían que hacer malabarismos para conservar la identidad africana de las iglesias y atraer al mismo tiempo a los hijos de los inmigrantes de primera generación, muchos de los cuales nunca han vivido fuera de Reino Unido.
Por lo general, la nueva generación tiene una visión del mundo más liberal que puede ser difícil de reconciliar con las conservadoras enseñanzas pentecostales.
Rogers recordó haber hablado con un pastor que lamentaba no poder hablar sobre milagros religiosos a sus hijos.
"Si la iglesia no se adapta, entonces se irán y buscarán en otra parte", dijo Rogers.
(Escrito por William Schomberg, traducido por Tomás Cobos en la redacción de Madrid)