Por Julien Toyer
OLOT, España (Reuters) - Durante los últimos 40 años, Xavier Espuña ha hecho que su compañía de jamón y fiambre pasara de ser una pequeña empresa en el norte de Cataluña a un negocio internacional que exporta a países tan lejanos como Japón y Argentina.
Como la mayoría de los catalanes, Espuña se ha visto arrastrado por el movimiento a favor de separar Cataluña del resto de España. Pero a él no le preocupan las consecuencias que la secesión de la cuarta mayor economía de Europa pueden suponer para su negocio.
La razón: no piensa que vaya a suceder en un futuro inmediato.
"Me preocupa hacer buen jamón, no me preocupa la política", dijo el jovial empresario de 61 años, cuya compañía familiar tiene su sede en Olot, un bastión proindependentista en Cataluña.
Cataluña, una región que habla su propio idioma y representa alrededor de una quinta parte del PIB y población de España, vota el domingo para elegir un nuevo parlamento.
Las encuestas prevén que los partidos independentistas que acuden bajo una misma lista logren mayoría de escaños. Dicen que si ganan declararán unilateralmente la independencia en 18 meses.
Sin embargo, la perspectiva de la independencia sigue siendo una cuestión muy teórica para los catalanes, según los sondeos.
Sólo el 20 por ciento de los votantes catalanes creen realmente que la campaña secesionista conducirá a la independencia, de acuerdo con un sondeo de opinión publicado en el diario catalán La Vanguardia.
Una encuesta diferente del Centre d'Estudis d'Opinió, un organismo respaldado por el Gobierno regional, mostró que la cuestión sólo ocupaba el cuarto lugar en la lista de las principales preocupaciones de Cataluña, por detrás del paro, la insatisfacción con la política y la situación económica.
"No creo que las elecciones del 27 (de septiembre) vayan a tener impacto en mi negocio", dijo Espuña, que caminaba por su pequeña fábrica de jamón vestido con una bata blanca de carnicero.
La aparente ambivalencia de la población catalana sobre la independencia antes de las elecciones del domingo sugiere que -a pesar de las declaraciones públicas de los políticos catalanes- la gente cree que el objetivo del impulso separatista que empezó en 2012 es ahora un intento más pragmático de obtener concesiones del gobierno central.
El presidente catalán en funciones, Artur Mas, dijo a principios de esta semana que sólo la secesión seguía sobre la mesa. El Gobierno español de centroderecha de Mariano Rajoy ha descartado una independencia de Cataluña y se opuso a cualquier intento de celebrar un referéndum sobre la secesión. También se ha negado en rotundo a un diálogo más profundo político y económico con la región.
Pero las conversaciones sobre un nuevo y más beneficioso régimen fiscal de Cataluña deberían arrancar después de las elecciones generales de diciembre. También están previstas discusiones sobre el aumento del gasto del gobierno central en proyectos de infraestructura.
Dependiendo de qué partido o partidos gobiernen en Madrid después de las generales, incluso podría haber un cambio constitucional que podría incluir el reconocimiento de Cataluña como nación dentro del Estado español.
"La gente dice que quiere que las cosas cambien en Cataluña pero ni quiere la independencia ni cree que sea posible", dice Josep Borrell, ex ministro socialista y presidente del Parlamento Europeo.
"Sólo quieren estar en posición de fuerza para negociar con el gobierno".
¿IMPULSAR LA COMPETITIVIDAD?
Las consecuencias económicas de una hipotética secesión han dado para muchos debates.
Los separatistas sostienen que Cataluña, una región rica que se basa en el turismo y una red de empresas innovadoras, se convertiría en la economía más competitiva en el sur de Europa si se independiza.
También dicen que sus ingresos fiscales, una parte de los cuales se transfieren actualmente a las regiones españolas más pobres, aumentarían en 12.000 millones de euros, lo que permitiría al nuevo estado proporcionar una mejor atención social a sus habitantes.
El gobierno central dice que la independencia catalana significaría una salida automática de la zona euro y el fin de los acuerdos comerciales internacionales, y provocaría además una fuga de capitales y recesión económica.
El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha dicho que se destruirían cerca de 700.000 puestos de trabajo en Cataluña, disparando la tasa de desempleo al 37 por ciento.
Hipotéticas concesiones fiscales o en obras de infraestructura sin duda serían una bendición para la economía local y también podría facilitar el camino hacia una reconciliación un nuevo marco legal que protegiese mejor los poderes regionales de la interferencia nacional.
Las conversaciones entre Madrid y Cataluña el próximo año dependen en parte de la voluntad de los políticos catalanes para negociar. Pero mucho dependerá también de la composición del próximo gobierno central.
Según las encuestas, se necesitarán los votos de al menos dos partidos, probablemente incluso tres, para constituir un gobierno en Madrid tras las elecciones de diciembre. La fragmentación de la hipotética coalición podría reducir la capacidad de alcanzar acuerdos por consenso.
"La cuestión es: ¿Está el estado en posición de hacer una reforma de gran calado que haga que España sea de nuevo atractiva? Lo veo difícil", explica Lluis Orriols, doctor en políticas por la Universidad de Oxford y actualmente profesor de la Carlos III de Madrid.
EXAGERACIONES
Algunos empresarios de la región no tienen problema en expresar su visión del conflicto.
Josep Bou, un orgulloso catalán que no aprendió a hablar español hasta los cuatro años y tiene 13 panaderías en Cataluña, dice que está a favor de negociar un trato fiscal mejor para Cataluña pero que está en contra de la secesión.
Bou no cree que la economía catalana estaría mejor en un estado independiente. También considera que se están exagerando las divisiones entre los catalanes y el resto de España.
Esta postura no le ha hecho ganar popularidad entre sus amigos... ni entre sus clientes.
"Alguna gente dejado de comprar el pan en mis tiendas. Me han llamado 'mal catalán' y 'traidor'. Enfrentarse al poder es complejo".
En Olot, Xavier Espuña dice que no le preocupan las divisiones. En lo que a sus jamones y otros productos se refiere, los clientes extranjeros los consideran españoles, no catalanes.
"Vendemos en toda España. Fuera nos compran como producto típico español".