Por Fiston Mahamba
BENI, República Democrática del Congo (Reuters) - Cuando a Esperance Nzavaki le dijeron que había superado el ébola tras pasar tres semanas de cuidados intensivos en un centro médico del este de República Democrática del Congo, levantó los brazos hacia el cielo con alegría y alabó al Señor.
Su recuperación es testimonio de la efectividad de un nuevo tratamiento que aisla a pacientes en unidades móviles futurísticas con paredes transparentes a las que los sanitarios pueden acceder sin llevar equipos de protección de tanto peso, con guantes es suficiente.
"Empecé a sentirme mal, con fiebre y dolor por todo el cuerpo. Pensé que era tifoidea. Tomé medicamentos, pero no funcionó", dijo Nzavaki a Reuters en Beni, ciudad de cientos de miles de habitantes donde las autoridades intentan contener el virus.
"Después llegó una ambulancia que me llevó al hospital especializado en tratamiento del ébola. Ahora le doy gracias a Dios por haberme curado".
La lucha contra el ébola ha avanzado más en los últimos años que en ningún otro desde que se descubriera la enfermedad cerca del rió homónimo del Congo en 1976. Cuando el peor brote mató a 11.300 personas en África occidental entre 2013 y 2016, no había vacunas y el tratamiento no servía más que para mantener a los pacientes hidratados.
Ahora hay una vacuna experimental producida por Merck, que este año ayudó a anular esta cepa del virus al otro lado del país en menos de tres meses, mientras se lanzaban por primera vez tres tratamientos.
Hasta ahora se cree que el ébola, en este décimo brote mortal de fiebre hemorrágica, ha matado a 90 personas y contagiado a otras 40 desde el mes de julio.
Hay mucho en juego, y no solo por razones de salud: el ébola podría complicar la celebración de las elecciones generales del 23 de diciembre, que ya llevan dos años de retraso.
(Información adicional de Amedee Mwarabu en Kinshasa y Aaron Ross en Dakar; Escrito por Alessandra Prentice; Editado por Tim Cocks y David Evans; Traducido por Sabela Ojea Guix)