Por Stephen Kalin
MOSUL, Irak (Reuters) - El minarete inclinado de la mezquita Grand al-Nuri de Mosul sobrevivió a las conquistas de mongoles y otomanos, el abandono bajo Saddam Hussein, los ataques aéreos durante la guerra Irán-Irak y la invasión estadounidense de 2003.
Sin embargo, después de tres años de gobierno de Estado Islámico, ahora quedan poco más que un montón de piedras en el centro de una ciudad destrozada.
Según todas las fuentes, salvo el grupo islamista, los yihadistas volaron la mezquita y la torre de 850 años de antigüedad con explosivos la semana pasada, mientras las fuerzas iraquíes se acercaban al edificio.
Una visita de Reuters al lugar el viernes, un día después de que el ejército iraquí lo recuperara, confirmó la magnitud de la destrucción: el minarete Al Hadba, de 45 metros, se había reducido a un tocón mientras que la cúpula color verde menta era la única parte de la sala de oración que permanecía en pie.
A pocas manzanas de distancia continuaban los combates. Las balas silbaban delante de la puerta principal, que estaba intacta, y un mortero cayó sobre un edificio adyacente.
Bajo la cúpula de la mezquita, en julio de 2014, el líder del Estado islámico Abu Bakr al-Baghdadi pronunció un sermón en el que se presentaba como dirigente de un califato moderno que abarcaba territorios que el grupo escindido de Al Qaeda acababa de capturar en Irak y la vecina Siria.
"Yo soy vuestro líder, aunque no soy el mejor de entre vosotros", dijo, ataviado con turbante negro y túnicas que denotaban la afirmación de que desciende de la tribu del profeta Mahoma.
En cuestión de meses, Estado islámico estaba realizando e inspirando ataques en lugares tan lejanos como París, Londres y California. Rápidamente se formó una coalición militar internacional liderada por Estados Unidos para enfrentarse al grupo.
Tres años después, el púlpito desde donde hablaba se ha convertido en escombros. Los terrenos de la mezquita están cubiertos de piedra y hormigón, y un segmento de un minarete secundario es uno de los únicos objetos discernibles entre los cascotes. El riesgo de que haya municiones sin detonar o minas impidieron una inspección minuciosa del interior del lugar.
La aparición de Baghdadi en la mezquita de Nuri fue la primera vez que se presentó al mundo, y las imágenes transmitidas son hasta el día de hoy la única grabación en vídeo que se tiene de él como "califa".
Hace ya tiempo delegó la lucha en Mosul y Raqqa, en Siria, a los comandantes locales y se cree que se esconde en la zona fronteriza entre los dos países, según fuentes militares de EEUU e Irak. Con frecuencia se le ha dado por muerto, sin ir más lejos el mes pasado de acuerdo con fuentes de Rusia e Irán.
Después de su discurso de 2014, Baghdadi descendió del púlpito para dirigir a sus seguidores en la adoración, de pie en un mihrab o nicho de oración que ahora es apenas reconocible en medio de las ruinas.
DESMORONAMIENTO DEL CALIFATO
El proyecto de Baghdadi para resucitar el califato islámico que prácticamente desapareció con la caída del Imperio Otomano a principios del siglo XX también se está desmoronando.
El grupo todavía gobierna sobre un área que según algunas estimaciones equivale al tamaño de Bélgica. Pero los expertos dicen que sus pérdidas territoriales socavan su legitimidad y el atractivo para los posibles reclutas que durante tiempo acudieron desde países de todo el mundo.
La mezquita de Nuri recibió su nombre por Nuruddin al-Zanki, un noble que luchó contra los primeros cruzados desde un territorio que cubría parte de las actuales Turquía, Siria e Irak. Fue construida en 1172-73, poco antes de su muerte, y albergó una escuela islámica.
Cuando el famoso viajero medieval y erudito Ibn Battuta la visitó dos siglos más tarde, el minarete estaba inclinado. La inclinación dio al lugar su nombre popular: el jorobado.
La historia militar y religiosa de la mezquita encarnó el espíritu de Mosul, una ciudad musulmana diversa aunque predominantemente suní de la que salieron oficiales del ejército iraquí durante gran parte del siglo XX.
El minarete de Hadba, cuya inclinación ha suscitado comparaciones con la torre italiana de Pisa, fue construido con siete bandas de ladrillos decorativos en complejos patrones geométricos también encontrados en Persia y Asia Central.
Ahora, entre los escombros, solo se ven añicos de esos diseños. La batalla de ocho meses contra Mosul también ha destruido viviendas e infraestructura básica en la ciudad y ha desplazado a casi un millón de residentes.
Los civiles, en su mayoría mujeres y niños, pasaban rápidamente junto a la mezquita derruida mientras cruzaban la línea de frente hacia el lado del ejército iraquí. Estaban sedientos, cansados y, algunos, heridos.
Al otro lado de la calle, entre los destrozos de la guerra, yacían los restos de un combatiente del Estado Islámico vestido de rojo.