Por Angus Berwick y Andrea Comas
Hace casi 80 años, Tomás Ortin huyó de noche de su casa en el pequeño pueblo de Belchite, en las llanuras septentrionales de España, para escapar con cientos de desesperados de uno de los campos de batalla más sangrientos de la Guerra Civil.
A los 94 años de edad, Ortin vive ahora al otro lado de la carretera de Belchite, que ha quedado en ruinas desde que las fuerzas republicanas lo atacaron, un símbolo de los destrozos causados por la Guerra Civil entre 1936 y 1939, en la que murieron unas 500.000 personas.
Recorriendo sus calles abandonadas, Ortin apunta a la casa donde nació, sus paredes todavía marcadas por los impactos de bala, al bar donde solían bailar los jóvenes del pueblo y al lugar donde su hermano recibió un disparó en la nuca.
"Todo el mundo solía reunirse aquí", dijo Ortin al lado de las ruinas de la iglesia del pueblo, en cuyos ladrillos siguen incrustados proyectiles de artillería.
El asedio de Belchite formó parte de una ofensiva republicana en 1937 para conquistar Zaragoza, en manos de los nacionales liderados por el general Francisco Franco, que ganó la guerra e impuso una dictadura que duró 40 años.
Belchite, controlado por los nacionales, representaba un obstáculo clave dada su ubicación estratégica en las colinas rojizas al sur de Zaragoza. Unas 6.000 personas murieron defendiéndolo antes de que el pueblo se rindiera.
La batalla por Belchite se convirtió en una de las más infames de la Guerra Civil.
Periodistas extranjeros como Ernest Hemingway enviaron sus despachos de las líneas del frente cuando las tropas republicanas, entre ellas voluntarios internacionales de EEUU y de otros países, lucharon por apoderarse de la ciudad.
Después de la guerra, Franco visitó a Belchite y ordenó que fuera abandonada y preservada para honrar la valentía de sus defensores y denunciar las brutalidades que sufrieron.
"UNO DOS TRES"
Ortin y otros varios miles de residentes de Belchite estuvieron bajo asedio durante casi dos semanas, ocultándose en sus bodegas mientras los soldados luchaban cuerpo a cuerpo en las calles e impactaban los proyectiles de artillería.
En la noche del 5 de septiembre, cerca de 600 soldados y residentes de Belchite se reunieron en la plaza del pueblo, donde un proyectil había matado al alcalde pocos días antes y se preparaban para escapar.
"Un comandante muy valiente se levantó y gritó 'un, dos, tres', y todos empezamos a correr", recordó Josefina Cubel, otra nonagenaria local.
Ni siquiera llegaron a salir del pueblo cuando comenzó el tiroteo.
Cubel, entonces de 11 años de edad, recibió un disparo en la pierna por debajo de la Puerta de la ciudad y fue abandonada por su familia que pensaban que había muerto. Fue capturada y tratada por los republicanos y sólo se reunió con sus padres varios meses más tarde.
Cubel y Ortin ahora viven en Belchite nuevo, construido por prisioneros republicanos bajo las órdenes de Franco. El casco antiguo ha continuado desintegrándose debido a décadas de saqueos y abandono.
El ayuntamiento ha intentado enseñar a las generaciones posteriores el coste humano para ambos lados poniendo como ejemplo a Belchite.
Hubo una batalla, ¿Quién perdió?", dijo Domingo Serrano, exalcalde que nació en el casco antiguo.
Para ver un paquete de imágenes sobre Belchite: http://reut.rs/2gbpA4Z