Por Steve Keating
NUEVA YORK (Reuters) - Un implacable Rafael Nadal aplastó el domingo al sudafricano Kevin Anderson por 6-3, 6-3 y 6-4 y conquistó el Abierto de tenis de Estados Unidos, el segundo Gran Slam de la temporada para el español y el decimosexto de su carrera.
El número uno del mundo desplegó un juego casi perfecto frente a una multitud en el Arthur Ashe Stadium, cometiendo apenas 11 errores no forzados, mientras que Anderson, de 31 años, vio frustrado su sueño de dar el gran golpe en un Grand Slam porque su fuerte saque no tuvo impacto en el mallorquín.
El partido de dos horas y 27 minutos fue la cuarta final para Nadal en Flushing Meadows y la tercera que gana, pero fue la primera en la cual no estuvo el serbio Novak Djokovic al otro lado.
"Personalmente es increíble lo que pasó este año tras un par de años con algunos problemas, lesiones, algunos momentos de no jugar bien", declaró Nadal tras el triunfo ante las gradas repletas del Arthur Ashe Stadium.
"Desde el primer evento importante del año en Australia he estado jugando, creo, un tenis de muy alto nivel y cierro el año de Grand Slam ganando aquí en Nueva York", agregó.
Nadal combinó un juego brillante con una presión constante sobre el alto sudafricano, y ni siquiera sufrió un punto de rotura en contra en todo el partido.
El español puso a prueba desde el comienzo la compostura y el saque de su oponente, y Anderson necesitó pelear para salvar quiebres con el marcador 1-1 y 2-2. Sin embargo, Nadal siguió aplicando la misma receta y su persistencia tuvo premio cuando rompió al rival para ponerse adelante 4-3.
Eso fue todo lo que necesitó para mantener su servicio, volver a romper, y quedarse con el primer set. Un nuevo quiebre para ponerse 4-2 lo puso en camino a una ventaja de dos sets que parecía irremontable para el sudafricano.
Y esa premonición empezó a ratificarse cuando el español arrancó el tercer set rompiendo otra vez el servicio de Anderson. El sudafricano -en el puesto 32 del ranking ATP- siguió batallando, pero con Nadal desplegando un tenis soberbio no encontró ningún punto débil para explotar.
El final, con un clásico punto de saque y volea, Nadal levantó sus puños en señal de victoria, y luego levantó un dedo indicando su estatus como número uno en Nueva York y en el tenis mundial.