Por Susana Vera
MADRID, 29 may (Reuters) - Entre besos al aire y aplausos, los pacientes ancianos de Madrid saludan a los médicos que vienen a examinarlos en su casa durante la pandemia de coronavirus, a pesar de los riesgos que conlleva.
"No sé si es correcto decirlo pero he tenido un poco de miedo", dice a Reuters la enfermera de atención primaria Ana Arenal después de que ella y un médico hicieran las rondas en un taxi con abundante material para protegerse a sí mismos y a sus pacientes.
Las personas a las que atienden están por lo general libres del virus y necesitan inyecciones periódicas, medirse la presión sanguínea u otros chequeos. Los médicos usan mascarillas, viseras protectoras y guantes en la mayoría de los casos, pero tienen un equipo de protección completo para atender a algunos pacientes con síntomas.
"Para evitar que los pacientes corran riesgos (saliendo de sus viviendas), hemos hecho muchas visitas diarias a domicilio. Hemos visto mucho agradecimiento", añade Arenal junto al doctor Carlos Balsalobre Sánchez, mientras visitan apartamentos de clase media a menudo adornados con figuras de santos católicos.
"Si no nos cuidamos a nosotros mismos, no podremos cuidar de ellos. Esa es una de las cosas que dicen mucho", dice Balsalobre Sánchez.
Pero no todo son besos y gratitud para los equipos sanitarios de cuidado a domicilio. Muchos tienen recuerdos dolorosos de una epidemia que ha matado a más de 27.000 personas en España.
"Ver en nuestros registros el puntito rojo junto a un nombre... que durante la pandemia significó la muerte de nuestros pacientes, ha sido bastante duro", recuerda Arenal.
El momento más conmovedor de Balsalobre Sánchez fue ver a una pareja de ancianos abrazarse por última vez antes de que la esposa fuera llevada a un hospital, donde luego murió.
Otra enfermera, María Jesús Santamaría, que ha estado haciendo consultas y visitas telefónicas, recordó que una anciana le dijo "adiós" por teléfono y le pidió que cuidara de su marido.
"Muchas personas han superado la enfermedad, gracias a Dios, pero te llevas eso contigo", dice Santamaría.
Un paciente de 75 años, Manuel Sanz Calderón, dice, después de recibir las inyecciones, que todo lo que expresa esta enfermera es alegría: "Es cariñosa, amable y no puedo decir más sobre ella".
Santamaría se sonroja cuando los médicos como ella son alabados.
"Todos hemos sido héroes, los que se han quedado en casa, los que hemos hecho nuestro trabajo", dice.
(Información adicional de Guillermo Martinez y Paola Luelmo, escrito por Andrei Khalip; editado por Andrew Cawthorne, traducido por Michael Susin en la redacción de Gdansk)