Por Jonathan Jacob Allen
Cuando jugué de joven a béisbol a principio de los 90, había un chico en el equipo al que le gustaba intimidar a sus compañeros tanto como asustar a los lanzadores del equipo rival.
Incluso entre adolescentes, que proyectan las tendencias alfa de los grandes simios, algunos destacan por su necesidad de exhibir su machismo en público. Este chico era nuestro King Kong. Cada vez que uno de sus propios compañeros fallaba, él bramaba: "¡Levántate la falda, Alice!".
Ninguno de los compañeros quería que le tomaran por una mujer. Había padres e hijos y ocasionalmente novias en las gradas. ¿Pero sabéis quién era el que más lo odiaba? Las madres de los compañeros.
Un día, cuando este chico falló en una de las acciones del juego, las madres gritaron al unísono: "Levántate la falda".
En un instante le pagaron con una medicina que ninguno de sus compañeros podría haber aplicado con tanta efectividad. El jugador dejó de decir su famosa frase, al menos durante los partidos.
Todo esto es un preámbulo de lo que parece una patente vulnerabilidad de Donald Trump si gana las primarias republicanas y se enfrenta a la exsecretaria de Estado Hillary Clinton el próximo mes de noviembre.
Trump se ha acostumbrado a sacar ventaja a sus rivales republicanos cuestionando su masculinidad y sugiriendo, de paso y de manera poco sutil, que él es el candidato más duro. Ninguno lo ha sufrido tanto como el exgobernador de Florida Jeb Bush, al que Trump describe como "flojo de energía".
Lo que está diciendo claramente es que Bush tiene poca testosterona, la hormona más identificada con el cromosoma XY.
Trump dirigió sus burlas machistas a Clinton el lunes, cuando dijo que fue "salchicheada" ('schlonged') por el senador Barack Obama en 2008 en las primarias demócratas. Trump convirtió el sustantivo "schlong", que se usa en yidis para referirse al pene, en un verbo de explícito carácter sexual.
Es una táctica dirigida al núcleo duro conservador que criticaba a otros colegas conservadores llamándoles "cuck-servatives", una combinación entre "cuckold" (cornudo) y conservador. Esto le permite a Trump tocar una vena del conservadurismo que está más preocupada de dar una imagen de fuerza que de cualquier política concreta.
Pero al lanzarse contra una mujer, toda esa agresividad se puede volver en su contra.
"Mira su cara", exclamó Trump a un periodista de la Rolling Stone cuando la candidata Carly Fiorina apareció en la pantalla de televisión. "¿Alguien va a votar a eso?".
Cuando preguntaron a Fiorina sobre esos comentarios en el siguiente debate, contestó "Creo que todas las mujeres de este país escucharon claramente lo que dijo el señor Trump".
Lo cierto es que las mujeres tienen mucho que decir en el actual ambiente electoral. Esto supone un peligro para Trump si consigue la nominación para las elecciones generales, donde cualquier coalición ganadora tendría que incluir a republicanos moderados y mujeres independientes.
En 2010, varios senadores estadounidenses, de ambos partidos, atacaron la falta de masculinidad de sus rivales. Los demócratas Kendrick Meek, Robin Carnahan y Sharron Angle instaron a sus rivales a "ser hombres". Cuando las dos últimas, mujeres, utilizaron la táctica con el senador Roy Blunt y el entonces líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, no les hizo ganadoras. Pero no hay dudas de que fueron momentos álgidos en los debates de Missouri y Nevada respectivamente.
Christine O'Donnell, republicana de Delaware que se hizo famosa por anunciar en 2010 que no era una bruja, ganó las primarias al moderado Mike Castle. "Esto no es un concurso de cocina. Ponte los pantalones", le dijo a Castle.
En 2014, la candidata republicana al senado Joni Ernst reactivó su moribunda campaña en las primarias de Iowa con un anuncio en el que mostró su dureza al hablar sobre la castración de cerdos.
Por su parte, Clinton ha progresado cuando rivales hombres han entrado en el terreno del sexismo. Su opositor en 2000 al senado como representante de Nueva York, Rick Lazio, aprendió la lección cuando centró un debate en la esfera personal, lo que acabó con sus esperanzas de alcanzar el asiento en el senado.
Obama, sabiendo que Clinton es menos popular entre hombres que entre mujeres dijo en un debate antes de las primarias de New Hampshire en 2008 que Clinton "estaba pasable". Tanto él como los miembros de su campaña reconocieron al instante que había ido demasiado lejos. Clinton obtuvo una inesperada victoria en aquel estado, obligando a Obama a prolongar las primarias.
El género de Clinton, el hecho de que puede ser la primera presidente mujer, supone un mensaje de desafío para cualquiera de sus rivales demócratas y republicanos, salvo Fiorina.
Para la mayoría, incluyendo Trump, existe el riesgo de convertirla en una figura simpática con o sin intenciones sexistas. Para Trump, que se ha esforzado en ser un hombre entre niños (y Fiorina), hay una vulnerabilidad añadida si Clinton reta su masculinidad.
Esto no quiere decir que no sea posible que el astuto político frustre a los analistas con una estrategia que desafíe las reglas de la política de género.
Pero Trump tendrá que considerar cuidadosamente cómo responder el próximo octubre, si Clinton lanza un desdeñoso "¡Levántate la falda, Donella" (femenino de Donald).