Por Tracey Nearmy
MENINDEE, Australia, 26 oct (Reuters) - Reducido a una serie de pozas estancadas de color mostaza, mancillado con pesticidas y apestando a cadáveres de ganado y peces, el río Darling, la vía fluvial más larga de Australia, se está secando, en medio de la sequía más severa en el continente en un siglo.
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En Menindee, 830 kilómetros al oeste de Sídney, la desesperación se volvió ira. Los residentes acusan al gobierno de exacerbar la sequía al extraer agua del río en 2017 para riego y otros usos aguas abajo.
Los lugareños ahora optan por consumir agua embotellada. Afirman que el agua del grifo provoca irritación en la piel y no se puede usar para la limpieza de niños y bebés.
"Era nuestra fuente de alimento (...), nuestro medio de vida", afirma la anciana aborigen Patricia Doyle, cuyo patio ahora está lleno de restos encontrados en el expuesto lecho del río.
El clan de Doyle es Barkindji, o "gente del río", y en lengua aborigen, el Darling se llama Barka. La cultura de los Barkindji gira en torno al río, en particular en Menindee, donde un tercio de los 550 residentes son indígenas, frente a un promedio nacional de menos del 3%.
Los últimos dos años han sido los más secos en la cuenca del Darling, cuyos afluentes más largos contiguos suman 2.844 kilómetros, desde que comenzaron los registros, en 1900.
La sequía está afectando el crecimiento económico, y las terribles condiciones han llevado a Australia, uno de los mayores exportadores de trigo a nivel mundial, a importar el grano por primera vez en 12 años.
El verano pasado fue el más caluroso desde que se tiene registro, y en Menindee, donde las temperaturas regularmente superan los 38 grados Celsius, se espera otra temporada tórrida.
Bordeado por eucaliptos rojos, el Darling además riega parte de las más ricas tierras de pastoreo de Australia y hasta la construcción de ferrocarriles a principios del siglo XX, era la ruta principal para llevar productos a los mercados.
Todos los aspectos de la sociedad están sufriendo ahora. "El país ribereño en sí mismo, no proporciona tanto como solía", dice Kyle Philip, cazador de Barkindji y pastor de cabras.
Los padres han prohibido a los niños nadar en el agua turbia que queda. Los peces atrapados en pozas aún lo bastante profundas para retener agua no son comestibles.
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"Podíamos sentir el barro en la carne de la perca", dijo Philip. "No podíamos comerlas".
(Información de Tracey Nearmy en Menindee. Escrito por Tom Westbrook; Editado en español por Janisse Huambachano)