Por James Oliphant
10 dic (Reuters) - Las elecciones presidenciales de Estados Unidos se definieron al principio por una pandemia de coronavirus paralizante que trastocó las campañas tradicionales y luego por los frenéticos pero fallidos esfuerzos de Donald Trump para revertir su derrota ante el demócrata Joe Biden.
La pandemia, y el manejo de la misma por parte de Trump, resultó ser una de las principales razones por las que el mandatario republicano perdió. La mayoría de los estadounidenses creía que no se tomaba el brote lo suficientemente en serio.
Hizo caso omiso de los protocolos de seguridad e insistió en que el país volviera a la normalidad cuando la economía se detuvo. Se han perdido más de 286.000 vidas a causa de COVID-19 en Estados Unidos, por lejos el país más afectado en el mundo.
Biden adoptó un enfoque diferente. Instó al público a escuchar a los expertos y tomar precauciones, incluidas las máscaras y el distanciamiento social. Básicamente, canceló eventos en persona durante meses, llegando virtualmente a los votantes.
Al final, fue recompensado: recibió más de 80 millones de votos, la mayor cantidad de cualquier candidato presidencial en la historia de Estados Unidos.
La victoria de Biden parecía aún más improbable considerando cómo comenzó el año. Después de resultados decepcionantes en los caucus de Iowa y las primarias de New Hampshire, su candidatura parecía destinada al fracaso. Argumentó que las cosas cambiarían tan pronto como los afroamericanos comenzaran a votar en masa, y tenía razón.
Impulsado por el voto negro, Biden arrasó en Carolina del Sur, lo que provocó que varios rivales se retiraran de inmediato y preparó el escenario para una carrera sorprendente que cosechó la nominación en cuestión de semanas.
Su último retador, el senador liberal Bernie Sanders, se retiró en abril, lo que le permitió a Biden enfocarse directamente en Trump faltando casi siete meses para el final.
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Mientras tanto, el presidente estaba luchando por responder al floreciente brote de COVID-19. Después de semanas de restar importancia a la amenaza, Trump pronunció un discurso poco común en la Oficina Oval que no logró tranquilizar a un público nervioso.
El virus continuaría remodelando la vida estadounidense, cerrando escuelas, negocios y restaurantes, atrapando a millones en casa y convirtiéndose en el tema dominante de las elecciones del 2020.
Con el número de muertos por la pandemia llegando a 50.000 a fines de abril, Trump sugirió espontáneamente en una de sus sesiones informativas que inyectar desinfectantes como lejía en el cuerpo humano podría eliminar el virus. Los expertos en salud advirtieron rápidamente al público que hacerlo sería tóxico, y el mandatario luego afirmó que estaba siendo sarcástico.
Trump también se enfrentó cada vez más a un movimiento de justicia racial que arrasó las ciudades estadounidenses a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd por parte de un oficial de policía blanco de Mineápolis. Las encuestas de opinión mostraron que los estadounidenses apoyaron en gran medida las protestas pacíficas por la justicia racial.
Con eso como telón de fondo, la decisión de Biden de convertir a la senadora Kamala Harris, una mujer negra, en su compañera de fórmula fue particularmente resonante. En el Congreso, Harris había trabajado en los esfuerzos de reforma policial desde la muerte de Floyd.
Su elección dio energía a la base demócrata, y su red personal de recaudación de fondos ayudó a Biden a obtener una avalancha de donaciones sin precedentes que eliminó la ventaja monetaria del republicano.
Trump, que necesitaba algo para cambiar su suerte, entró en su primer debate con Biden en septiembre en busca de una pelea. Pero su beligerancia no funcionó. Interrumpió repetidamente a Biden y al moderador hasta el punto en que todo el evento se salió de control. Las encuestas y los grupos focales llevados a cabo posteriormente mostraron que los votantes indecisos lo estaban rechazando por su comportamiento.
Sin embargo, el resultado de las elecciones estaba lejos de estar definido. Trump siguió siendo popular entre muchos votantes, que acudieron en masa a sus mítines en persona, luciendo gorras y camisetas de "Make America Great Again".
Las medidas de seguridad contra la propagación del virus fueron ignoradas en gran medida y, justo cuando los primeros estadounidenses emitían sus votos, Trump y varios de sus colaboradores dieron positivo por COVID-19.
Incluso con el aumento de los casos de coronavirus, los estadounidenses votaron en números récord. Muchos enviaron sus votos por correo, mientras que otros esperaban en largas filas.
Si bien la carrera iba demasiado pareja, Biden se adelantó constantemente a Trump en varios estados críticos y terminó con una victoria rotunda. El demócrata acumuló 306 votos electorales, superando los 270 necesarios, frente a los 232 de Trump en el Colegio Electoral. Harris hizo historia como la primera mujer en ser elegida vicepresidenta.
Trump, sin embargo, no cedió y durante semanas desde la elección ha afirmado falsamente que un fraude generalizado le arrebató un segundo mandato en la Casa Blanca. Su equipo legal, incluido el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, presentó demandas en varios estados impugnando los resultados de las elecciones. Ninguno de los esfuerzos ha tenido éxito.
Cuando el Colegio Electoral se reúna el 14 de diciembre para emitir sus votos, la victoria de Biden será oficial. Si bien Trump parece decidido a negarse a ceder, se mantiene la expectativa de que dejará el cargo el 20 de enero, cuando Biden prestará juramento como el presidente número 46 de la nación.
(Escrito por James Oliphant, Editado en español por Juana Casas)