Por Amanda Calvo
MADRID (Reuters) - El artista en tatuajes Álvaro Quesada, con los brazos y las piernas cubiertos de tinta roja y verde, no es probablemente lo que un superviviente de cáncer espera encontrar en un hospital madrileño, el primero en España que ofrece tatuarse el pezón y la areola.
Aún así, su servicio de tatuar pezones a mujeres cuyas mamas hayan sido reconstruidas tras mastectomías supone el paso final de la recuperación de un cáncer, y las mujeres reaccionan con emoción al proceso.
"Salen de allí llorando y dándote abrazos. Es una terapia", dice Quesada, de 32 años, que compagina el trabajo en el hospital universitario de Torrejón de Ardoz con su centro de tatuaje.
La reconstrucción puede llevar meses, o incluso años, tras la operación de cáncer de pecho con tensores de tejidos que se usan habitualmente para estirar la piel y hacer espacio a un futuro implante. La creación del pezón llega después e implica otra operación más.
"La mayor parte (de pacientes) cuando llegan a esta fase están agotadas", dijo Lorenzo Rabadan, el médico que contactó primero con Quesada para dar a las mujeres una alternativa a la operación. Invitó al artista a preparar al personal sobre esta técnica.
Con una pistola de tatuador en la mano, Quesada crea la ilusión tridimensional de un pezón en el pecho de una paciente, mezclando colores con nombres como "rosa", "dorado" y "negro tribal" para reproducir el tono natural de una areola.
Tuerto, Quesada ofrece su trabajo gratis. El servicio nacional de salud no cubre el coste de su ojo de cristal después de perder su ojo izquierdo por un tumor benigno.
Para muchas, una sesión rápida y relativamente indolora supone el fin de un capítulo.
"Es terminar y volver a coger mi vida. Yo la dejé hace mucho aparcada", dijo Mamen Malagón, de 43 años, a la que diagnosticaron la enfermedad en 2011, después de lo cual le realizaron una mastectomía de la mama izquierda.
"Acabé. ¿Pero tu sabes lo que es eso, decir que termine?", dice mientras se viste.