Por Sheree Sardar
PESHAWAR, Pakistán (Reuters) - Sana Tajik, de 20 años de edad, logró convencer a sus padres para que le permitieran seguir sus sueños de la infancia y convertirse en cantante, pero es consciente de los peligros de ser mujer, y más aún de dedicarse al espectáculo, en la tribal región del noroeste de Pakistán.
Esta cantante pastún creció en Lower Dir, antes un bastión talibán en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa, donde se consideraba que las artes escénicas no eran islámicas. Desde muy pronto constató que la violencia contra las artistas femeninas era común.
En 2018, fueron asesinadas cinco cantantes en el noroeste, y en marzo de este año una popular cantante y actriz pastún murió tiroteada cerca de Peshawar, presuntamente a manos de su esposo.
Pero hace dos años, la familia de Tajik se mudó de su aldea ancestral a la capital del estado, Peshawar, donde logró convencer a sus padres para que la dejaran cantar.
"Al principio, hubo muchas objeciones, tanto de la familia como de la gente de nuestro pueblo. Pero ahora, con el paso del tiempo y después de ver mis vídeos y canciones, las cosas se normalizaron otra vez", dice Tajik a Reuters en su hogar.
Tajik lanzó sus canciones a través de las redes sociales y dijo que ya tenía un gran número de seguidores en las zonas de habla pastún de Pakistán y el vecino Afganistán. Su segunda canción, "Halaka Charta Ye", que significa "Oh, chico, ¿dónde estás?", fue un gran éxito.
"Estaba extremadamente feliz porque muchas personas escuchaban mis canciones y me gustaban. Mi pasión por la música aumentó aún más, y decidí hacer más y más canciones y vídeos", dice.
A pesar de su éxito, Tajik dice que a menudo teme por su seguridad ya que la influencia de los talibanes en la región todavía se puede sentir. Durante el régimen talibán de 1996-2001 en Afganistán, la música era considerada obra del diablo, particularmente si la artista era mujer.
La ciudad portuaria de Karachi, en Pakistán, alberga a aproximadamente 7 millones de pastunes, la mayor población urbana de pastún en el mundo, incluidos 50.000 refugiados afganos registrados. Aunque está en el otro extremo del país, la música de Sana Tajik es conocida, aunque no es aceptada por todos.
"Si esta dama cantara himnos y canciones devocionales, habría sido mejor. Habría enviado un buen mensaje al pueblo pastún", dice Iqbal Swati, residente en la ciudad
"En cambio, lleva ropa de media manga mientras canta; esto no es nada agradable. No es nuestra cultura".
El maestro de música de Tajik, Safdar Ali Qalandri, dice que a menudo le advierte sobre los peligros que se avecinan.
"Uno: es mujer. Dos: esto es Peshawar, donde, como saben, se observa una forma extrema de 'purdah' (la práctica de la seclusión o aislamiento de la mujer ocultando sus cuerpos). Dedicarse a la canción cuando vives en esta sociedad es extremadamente difícil".
(Escrito por Salahuddin, Yiming Woo y Sheree Sardar; traducido por Tomás Cobos en la redacción de Madrid)