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¿Invierten mejor las palomas y las ratas que nosotros?

Publicado 02.03.2018, 16:30

Hoy me ha preguntado el primo de mi vecino (no va con segunda intención...) si era realmente cierto que los seres humanos eran mucho peores inversores que por ejemplo, una paloma o una rata.

Por muy rara que suene la pregunta, me dice que hay un gran periodista financiero que afirma esto y que desarrolla y explica el por ué de esta cuestión en un gran artículo. Se trata de Jason Zweig, uno de los mejores periodistas de Inversión en The Wall Street Journal, y que igual a alguien le suena por ser el encargado de realizar los valiosos comentarios y aportaciones que acompañan cada capítulo de las últimas actualizaciones de esa gran obra llamada "El Inversor Inteligente" de Benjamin Graham (sobre la que ya escribimos otro post en detalle).

Pero, ¿cómo es posible que nosotros, siendo la especie más inteligente del mundo mundial, no seamos también los más inteligente invirtiendo y por qué el sr. Zweig afirma que, si las palomas y las ratas supieran lo que es la Bolsa, invertirían mucho mejor que los humanos?

Puede que, precisamente, por creernos tan superiores, veamos o queramos ver cosas que realmente no existen, mientras que dichos animales, al quedarse simplemente en los hechos, si pudieran invertir en los mercados financieros, lo harían mucho mejor que nososotros.

Esta idea, precisamente, la desarrollaba Jason Zweig en un artículo cuya versión original en inglés puedes leer pinchando aquí y que ahora resumimos y del que damos nuestra propia versión:

El ser humano ha sobrevivido a lo largo de miles de años acostumbrándose y siendo muy hábil a la hora de detectar patrones (entendiendo como tal, objetos, sucesos o hechos recurrentes y que se repiten).

Por ejemplo, es capaz de detectar cuándo es la mejor estación para sembrar una cosecha, cuándo la mejor para recogerla, cuándo y cómo evitar a las fieras salvajes, o la crecida de un río...

Pero esa permanente búsqueda de patrones, que tan útil nos resulta para muchos ámbitos, a la hora de invertir, acaba resultando un auténtico problema, y algo que no resulta beneficioso.

Nos lleva a asumir que hay orden donde no suele haberlo y nos hace creer que es posible predecir hacia dónde irá el mercado o hacia dónde irá la cotización de una determinada acción o divisa. Todo es mucho más aleatorio e impredecible de lo que nos gustaría admitir, y en los gráficos (nos guste o no), puede pasar siempre cualquier cosa en cualquier momento.

Pero deseando siempre que todo esté en orden y que todo sea recurrente y tenga la lógica que querríamos, cometemos errores tales como invertir en un determinado activo que lleva meses subiendo y subiendo. O porque alguien nos comenta en una cena que él está dentro, o porque los medios de comunicación hablan sobre el mismo (porque creemos que el "patrón" que vendrá a continuación será el de una nueva y continua subida), para, a continuación, llevarnos la desagradable sorpresa de que luego empieza a derrumbarse y a caer y caer... (ejemplo que podría aplicarse perfectamente a la "fiebre del bitcoin", de la que también hemos hablado).

O buscando también esa inexistente "lógica" en los mercados, nos desprendemos de una determinada inversión, y la cerramos antes de tiempo o la cambiamos por otra determinada y aparentemente con una mejor evolución, porque "intuimos" que la primera va a seguir bajando y porque "intuimos" que la segunda va a resultar más rentable, pero a partir de ese momento, empieza a ocurrir justo lo contrario y la acción o el producto financiero donde nos hemos metido empieza a caer, y el que abandonamos empieza a subir.

En definitiva, en la vida y en el trading, todo es mucho más aleatorio de lo que nos gusta reconocer y de lo que nos cuesta asumir...

Pero en el cerebro humano está programada la tendencia de buscar patrones y en cambio, en los animales, no. Por eso, por ejemplo, una paloma y una rata, según estudios científicos, son mucho mejores que los seres humanos prediciendo eventos aleatorios.

Se hizo un estudio en el que a una serie de personas se les ponían dos luces de colores diferentes (rojo y verde) que se iban encendiendo y apagando con una secuencia aleatoria (es decir, que dependía del mero azar ) y aunque se les dijo que dicho encendido y apagado era algo aleatorio, fruto de la casualidad, ¡la mayoría de ellos estuvieron todo el rato tratando de predecir cuál de las 2 luces iba a ser la siguiente que se iba a encender!

Después se hizo otro experimento en el que se les avisó que la luz verde se iba a encender el 80% de las veces y la luz roja el 20% de las veces, pero también indicando que se iba a hacer de modo aleatorio. (Por ejemplo, así: VerdeVVVRojaVVVVVVVRRVVVVVR).

Se les pidió a continuación que trataran de adivinar cuál sería la luz que se iluminara en el siguiente turno. La mejor técnica sería simplemente decidirse todo el rato por la luz verde, ya que tendríamos el 80% de probabilidades de acertar...

Pues bien, incluso sabiendo dicha proporción del 80/20 a favor de la luz verde, cerca de la mitad de los sujetos del experimento, fallaron continuamente, ya que seguían obcecados en predecir, en suponer y en vaticinar, en pensar y pensar, en lugar de simplemente darse cuenta de lo que pasaba y actuar en consecuencia.

En cambio, hicieron el mismo experimento con las luces rojas y verdes con ratas y con palomas ,alternando ambos colores en la misma proporción, durante un determinado tiempo, para que comprobaran que se repetía y aparecía muchas más veces la luz verde que la otra, y después, se les premiaba con comida si acertaban el resultado...y resultó que... ¡el porcentaje de aciertos de ambos animales fue mucho mayor que el conseguido por los hombres y mujeres del experimento!

Simplemente, emplearon la estrategia de inclinarse por la luz verde, que era la que más veces se repetía y estaban por tanto las posibilidades más a su favor.

En cambio, los seres humanos parecen estar convencidos de ser lo suficientemente listos y superiores como para predecir el resultado de cualquier evento, incluso aunque se les haya dicho que es aleatorio. Precisamente, ese continuo afán por predecirlo todo, por nuestra inteligencia superior y porque una parte de nuestro cerebro (el hemisferio izquierdo) nos lleva a buscar patrones y a ver relaciones causales, incluso cuando no existen, es por lo que, según Zweig, sacamos un peor resultado que las ratas y las palomas, tanto en ese experimento como en las inversiones.

Y el problema es que los mercados financieros son casi tan aleatorios como las luces del experimento, y eso es algo que nos cuesta enormemente aceptar...

Por ejemplo, si en lugar del experimento anterior en el que los porcentajes estaban ya predeterminados (pese a que no se asumiera), lo que se hace es lanzar una moneda al aire, por esa composición de nuestro cerebro y por nuestra naturaleza, si ha salido "cara" varias veces, creeremos de modo subjetivo que "tiene que salir" cruz... cuando en realidad, objetivamente, la probabilidad de que la moneda salga por un lado es siempre de un 50% sin importar cuántas veces ha salido antes seguidas por el otro.

Esa misma falacia hace que mucha gente pierda en sus inversiones, cuando trata de vaticinar o apostar afirmando, por ejemplo, cosas como "ese índice o esa divisa lleva meses subiendo... entonces, debe bajar", o bien, "esa acción está cayendo durante muchas semanas...con lo cual, ya le toca subir".

Y lo decimos porque, o queremos que ocurra, o nos gusta buscar patrones que no son reglas fijas ni escritas en los mercados, ni mucho menos, y que al final, como éstos mandan (y no nuestras suposiciones), el mercado suele terminar echando por tierra todas nuestras predicciones...

No obsesionarse, humildad, paciencia, no predecir, no creerte un adivino... Tratar de entender siempre las inversiones como algo en lo que nunca existen ni existirán patrones fijos. Son solamente probabilidades, ocasiones, estadísticas... y hay que intentar que éstas se inclinen a nuestro favor.

Que asumamos que tendremos operaciones malas y operaciones buenas, pero que hay que ser disciplinados con el sistema que empleemos y tratar de buscar nuestra propia "esperanza matemática" positiva: como mínimo, que ganemos más veces que perdamos y/o que la suma de los puntos, ticks euros o dólares que logremos en el total de las buenas operaciones sea superior al de las operaciones que no nos salgan bien.

Tan fácil y tan difícil como todo eso.

O, como decía Benjamin Graham, sobre el que Jason Zweig tantas veces escribió "Puesto que no podemos predecir el comportamiento de los mercados, debemos aprender y predecir nuestro propio comportamiento".

Como seres humanos, somos inteligentes, sí... pero hay también que ser humildes, y entender que a veces, si nos obcecamos demasiado, hasta simples animales como una paloma y una rata, si pudieran, podrían llegar a ser mejores inversores y hacer mejor trading que nosotros...

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