Desde hace ya varias semanas, los argentinos leemos en los diarios palabras como holdouts, fondos buitre, Griesa, deuda externa, de una manera casi constante. Permanentemente escuchamos a economistas, políticos y especialistas hablar sobre los posibles escenarios, el fantasma del default, y las consecuencias que ello tendría en la economía y en la sociedad argentina. Nos informamos, nos desinformamos y en un país en el que conviven más de cuarenta millones de directores técnicos, nos aventuramos a predecir el desarrollo y la conclusión de un tema tan central para la política económica sin siquiera saber cómo se compone nuestra deuda externa y cuánto representa en nuestra economía.
Una semana atrás, el Ministerio de Economía publicó el último informe trimestral, en donde entre otras cosas, se detalla sobre el tamaño y la estructura de la deuda externa argentina:
Según dicho organismo, a marzo de 2014 la deuda externa bruta total ascendió a los U$S 137.810 millones, de los cuales el 50,4% (unos U$S 69.423 millones) corresponde al sector público no financiero y BCRA, mientras que el 47,7% (unos U$S 65.693 millones) pertenecen al sector privado no financiero. El 2% remanente es del sector financiero sin BCRA.
De los U$S 69.423 millones correspondientes a la deuda externa del sector público, aproximadamente U$S 41.000 millones se deben a emisiones de bonos y títulos públicos, principalmente los PAR y DISCOUNT surgidos de las reestructuraciones de 2005 y 2010. Poco más del 29%, unos U$S 20.000 millones, representan deuda con organismos internacionales (típicamente FMI, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Club de París), mientras que el restante se divide en obligaciones con acreedores oficiales, bancos comerciales y atrasos.
Ahora bien, conocida la estructura actual de la deuda, veamos de qué manera evolucionó durante la última década y cuánto representa para nuestra economía. El siguiente gráfico muestra la serie 2004-2014 de la deuda externa como porcentaje del Producto Bruto Interno:
El proceso de desendeudamiento en moneda extranjera es más que clarificador. El esfuerzo de los últimos gobiernos a través de las sucesivas reestructuraciones con quitas incluidas, ha permitido a nuestra economía quitarse un gran peso de encima. Seamos claros en este punto, en 2002 el país debía más de una vez y media su producción anual.
En este contexto, podemos entonces entender la magnitud de los montos en disputa con el famoso 7% de los tenedores de bonos que no ingresaron al canje de deuda. Con el fallo adverso de la Corte Suprema de los Estados Unidos, la Argentina debe pagar U$S 1.300 millones a los holdouts en litigio, más lo que se espera entre en disputa por los tenedores que no ingresaron al canje y que tampoco están representados por los fondos NML y Aurelius. El monto total asciende a los U$S 16.000 millones.
Teniendo en cuenta los esfuerzos de desendeudamiento, el arreglo con Repsol, el pago al Club de París y una situación en la que Argentina necesita tener acceso a los mercados de crédito internacionales, ¿tiene sentido entrar en default por un monto que apenas supera el 3% del PBI? El gobierno y el futuro lo dirán.