Supongamos que estás de vacaciones en un lugar que no conocés y leíste sobre una cascada descrita como un paraíso terrenal que se encuentra en el medio de un bosque. Le preguntás, entonces, a los lugareños cuál es el mejor camino para llegar: todos coinciden en que hay dos maneras.
La primera es un sendero largo, 6 horas de caminata, un tanto monótono en cuanto al paisaje pero muy fácil de transitar si se lleva el equipo adecuado. El otro es un atajo, solo se tarda una hora y media, pero está lleno de peligros, precipicios, bifurcaciones desconcertantes y hasta víboras peligrosas que pueden llegar a atacarte. No es un camino imposible pero hay que conocer bien el terreno para llegar sano y salvo a destino. ¿Qué camino tomarías?
Este mismo paralelismo puede hacerse sobre la inversión bursátil, en donde el camino largo y monótono es el largo plazo y el atajo, lleno de desafíos y dificultades es el corto. Analizaremos en la columna de hoy el autoboicot del inversor ansioso, que suele elegir el camino más corto y peligroso y menosprecia, así, los consejos de los lugareños experimentados; seducido muchas veces por una industria que se arma alrededor del dinero fácil.
Algunas reflexiones sobre la ansiedad en las inversiones bursátiles
La palabra ansiedad viene del latín anxietas que significa angustia o aflicción y hace alusión a un estado de ánimo generalmente alerta que busca anticiparse a una situación futura importante que es vivida con cierto temor e impaciencia. Cuando la reacción es excesivamente intensa y se establece como un hábito que complica las tareas cotidianas de la persona estamos ante un cuadro de ansiedad patológica que debe ser tratado por profesionales de la salud.
En las inversiones bursátiles, la ansiedad se manifiesta por cuestiones endógenas y exógenas que se retroalimentan. Las endógenas tienen que ver con una sensación interna de que, si elegimos bien el activo en el cuál invertir nuestro dinero, podemos hacer “una diferencia importante” en muy poco tiempo. La respuesta a la autopregunta que podríamos hacernos de “si es tan fácil: ¿por qué todo el mundo no gana dinero rápido comprando la acción de XYZ” podría ser: “porque no se animan a comprar y yo sí”.
Las cuestiones exógenas tienen que ver con los “profesionales” de dudosa ética y trayectoria que se aprovechan de la ansiedad del inversor inexperto para venderle servicios de recomendación de inversiones, suscripciones a plataformas de operatorias apalancadas en derivados -como por ejemplo opciones binarias y currencies pairs- o inversión en criptomonedas que “garantizan” 120% de inversión anual como fue el caso del scam de Bitconnect. Como combatir esas emociones autoboicoteantes es lo que veremos ahora.
Filosofía de la inversión de largo plazo. “En general, los buenos negocios son aburridos”. -Warren Buffet
El inversor ansioso quiere sentir “la adrenalina” que genera la volatilidad de las inversiones. Entusiasmado por historias de personas que ganaron millones en muy poco tiempo, “se mandan con todo” subestimando la emocionalidad emergente que se produce cuando el mercado se vuelve en contra de la inversión y castiga duramente los rendimientos.
Desde afuera, estar en un -30% abajo para luego recuperarse y terminar 200% arriba aparece como un camino emocionante para recorrer. Pero cuando se está “adentro” y ese -30% se transforma en un -50% y los medios opinan que la caída recién comienza, el miedo comienza a ganar terreno en nuestros pensamientos y se pasa fácilmente de querer vivir de la bolsa a desear sobrevivir a la bolsa.
Mi experiencia de más de 20 años en el mercado me hizo aprender que uno puede establecer una relación con sus inversiones bursátiles mediante dos vertientes distintas:
1) Relación basada en el precio de la inversión: lo que eligen la mayoría de los inversores ansiosos. Comienzan por seguir una cotización bursátil, solo de curiosos, y realizan pronósticos mentales del tipo “hasta acá llego la caída, acá compraría” o “está muy firme, mañana seguirá subiendo”.
Luego, si sus pronósticos no se cumplen ponen su foco en otra acción y se olvidan pero, si efectivamente se materializan, sienten que establecieron una “conexión” con esas acciones en donde comprenden sus movimientos y por lo tanto tiene sentido invertir (o como les gusta decir “jugar unas fichitas”). La información que tienen acerca de la empresa emisora de las acciones es nula o muy pobre, muchas veces no saben bien ni a que se dedica, pero no les importa porque la idea es entrar y salir rápido.
El resultado de este tipo de relación con las inversiones bursátiles basadas en el precio es conocido: la acción deja de comportarse como el inversor inexperto pensó que lo haría y cuando comienza a perder plata “en serio” no encuentra motivos para sostener su inversión ahora que no entiende sus movimientos de precios y sale a asumir la pérdida jurándose nunca más invertir en el mercado.
2) Relación basada en su valor intrínseco: es lo que eligen los inversores con mayor experiencia. Se estudia primero a la empresa emisora de las acciones, en cuanto a su situación financiera, el producto/servicio ofrecido, sus proyecciones, la industria en la cual opera. Se puede utilizar también el local knowledge (conocimiento local) cuando somos clientes de una empresa que nos gusta cómo nos trata y cómo opera.
Luego, se invierte pensando en un horizonte no menor a 3 años vista, sabiendo que es probable que durante ese lapso haya momentos en los cuales el mercado jugará en contra de nuestra inversión, pero convencidos de no tomar ninguna decisión de venta antes de cumplido ese lapso prudencial de tiempo. No hay adrenalina aquí. Siguiendo la analogía del comienzo, es un camino largo y algo monótono pero las probabilidades de éxito aumentan considerablemente y, al final del día, eso es lo que realmente importa.
Conclusión
El mercado es como un socio maníaco-depresivo que todos los días nos ofrece comprar nuestras acciones a un precio determinado. A veces ese precio subestima considerablemente el valor intrínseco que nuestra inversión poseé y otras, lo sobreestima.
Cuando se invierte en el largo plazo, la información que nos da la cotización diaria de nuestra inversión debería ser considerada solo para aprovechar oportunidades en las que podemos incrementar la misma a precios inferiores a los de la entrada original por movimientos irracionales del resto de los inversores (que a nivel agregado componen el mercado) en el corto plazo.
Cualquier economista o experto que haya estudiado seriamente el asunto te dirá que las chances de obtener rentabilidades en el corto plazo en el mercado bursátil de manera repetida y consistente son bajísimas, casi despreciables. La mejor alternativa frente a ello no es abandonar esta potencial posibilidad de inversión tan lucrativa sino invertir de manera “aburrida” al relacionarnos con el valor intrínseco de nuestras inversiones y buscar la diversión en otros ámbitos menos nocivos para nuestros ahorros.