La semana que termina ha sido un buen ejemplo de cómo es la volatilidad global la que determina la evolución en el corto plazo del peso mexicano, sin impacto relevante de unas variables domésticas que no sorprenden significativamente. Así, la inflación de la 1ª quincena de julio fue 0.1pp más alta de lo esperado por la subida de precios de los productos avícolas,
el IGAE registró una variación en mayo del -0.4% (prev. BBVA Research: -0.5%) y la balanza comercial fue en junio superavitaria en 601 millones de dólares (prev. BBVA Research: +339 mill.; consenso: -100 mill.). Sin novedades relevantes en lo doméstico, siguen siendo las noticias de la crisis del euro los que dirigen la cotización del peso, y es que la moneda se usa como cobertura de riesgos relativos a mercados emergentes.
La semana entrante tampoco esperamos que los indicadores económicos domésticos alteren el panorama conocido para la economía mexicana. Así, las finanzas públicas de junio (publicación: lunes 30 de julio) seguirán reflejando un sostenido crecimiento de los ingresos, petroleros y no petroleros, dada la evolución del ciclo. Más relevantes serán los indicadores
de confianza del consumidor y de actividad manufacturera del mes de julio (viernes 3 de agosto), que en junio registraron descensos consistentes con la pérdida de tono del ciclo de EEUU. En este sentido veremos si esta situación cíclica se confirma a partir de los datos del mes de julio del ISM (miércoles 1 de agosto) y el empleo no agrario (viernes 3 de agosto). En lo local, habrá que leer con detalle las minutas de la última reunión de política monetaria de Banxico (viernes 3 de agosto) para calibrar el grado de preocupación de la Junta de Gobierno sobre el deterioro de la actividad global y su impacto sobre la actividad e inflación local.
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