Personalmente creo que estamos en un mercado alcista de largo plazo que, como todas las tendencias, sufre correcciones. Y ya saben lo que pienso de lo que está haciendo ahora la mayoría –el consenso–, que es comprar bonos con rentabilidad negativa por miedo a una posible crisis o una posible recesión o ambas (ver el capítulo de este informe titulado «La burbuja del miedo»). Ahora bien, que yo crea que es pronto para pasar a la defensiva tampoco significa que no haya otras opciones interesantes y, como todas las que considero interesantes, las comparta con Uds. a través de estos «Cuadernos», las vaya o no a poner en práctica. Porque obviamente yo no siempre tengo razón.
Volviendo a lo que les comentaba: es perfectamente posible invertir en renta variable y hacerlo con fondos de inversión que, aún siendo de renta variable, aguantan mucho mejor las caídas en bolsa. El precio de esta «cobertura» es que en tendencias alcistas como la actual se quedan por detrás en rentabilidad en el medio y largo plazo. Pero ojo: eso no significa que bajen o que no suban. Esas serían las malas coberturas, las que al final son «suma cero», es decir, activos que automáticamente suben si baja la bolsa y viceversa. Solo sirven para que no se mueva el valor de la cartera. Ésta en cambio lo que tiene es una «beta» baja, es decir, baja menos o sube menos que el mercado.
Hace diez años que el estilo de gestión «value» (de «valor») está recibiendo una goleada realmente histórica de su rival, el estilo de gestión de crecimiento o «growth». No tengo nada en contra de los gestores «de valor» ni de ningún otro tipo de gestor. Más bien al contrario: cuando los gestores son capaces de generar «alfa», es decir, batir a los índices de referencia, la aportación del asesor financiero dobla su valor añadido. Le permite lucirse no solo en la selección de activos sino también en la selección de gestores. Para un asesor independiente como yo, que no tiene producto propio que vender sino que elige lo mejor del mercado, es una mala noticia no poder aportar rentabilidad seleccionando gestores.
Desgraciadamente son tan pocos los fondos que baten a los índices en la actualidad que es casi imposible aportar valor mediante la selección de gestores. Y encima no repiten, lo que dificulta todavía más la tarea. Por el contrario, sí que aporta la selección de activos –renta variable vs renta fija, EE.UU. vs Europa, bolsas avanzadas vs emergentes, divisas, etc.– y la elección de estilos de gestión («value» vs «growth»).
En este sentido las cifras son espectaculares: desde el año 2006 las grandes compañías «growth» han superado en un 156% en revalorización a las «value». Y lo que es peor: la mayoría de fondos «value» se quedan por debajo de los modestísimos fondos índice, que no gestionan nada, se limitan a replicar la evolución de un índice de referencia (ahí el valor está en elegir bien el índice, claro).
Ahora bien, hasta que cambie la tendencia, existe un uso interesante para los fondos «de valor», sobre todo para los más «clásicos»: utilizarlos para reducir la volatilidad de la cartera de renta variable.
Los fondos de valor más «clásicos» –no todos lo son– tienen en cartera valores que normalmente funcionan peor en un entorno alcista pero, por el mismo motivo, funcionarán mejor sí, por ejemplo, hubiera una corrección importante o un periodo bajista. Ocurrió, por ejemplo, cuando explotó la burbuja tecnológica de las punto com. Cayeron mucho menos que los fondos que sobreponderaban el Nasdaq.
Incluirlos ahora en cartera puede no tener mucho sentido si lo que se busca es superar a los índices en un periodo alcista, pero puede tener todo el sentido si lo que se quiere es reducir la volatilidad o se piensa que puede haber un periodo bajista. Y no tener que hacerlo comprando bonos, cuyo riesgo de sufrir una corrección empieza a ser considerable.