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Cómo los inversores justifican decisiones emocionales como lógicas

Publicado 26.11.2024, 10:04
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Lo ocurrido en las últimas semanas ha sido bastante interesante, generando un debate animado tanto en las comunidades de inversores como entre los analistas. Ahora bien, desde la perspectiva de este mero observador del mercado, el aspecto clave es que tanto inversores como analistas creen que sus actuaciones se basan en criterios objetivos, cuando en realidad se ven impulsados por instintos biológicos básicos de los que no son plenamente conscientes.

Permítanme empezar a explicar lo que quiero decir mencionando un estudio que probablemente ya conozcan.

En un artículo titulado "Large Financial Crashes" (Grandes crisis financieras), publicado en 1997 en Physica A, revista de la Sociedad Europea de Física, los autores ofrecen un excelente resumen del fenómeno de comportamiento de rebaño en los mercados financieros en sus conclusiones:

Los mercados bursátiles son estructuras fascinantes que guardan analogías con lo que posiblemente sea el sistema dinámico más complejo de las ciencias naturales: la mente humana. En lugar de la interpretación convencional de la Hipótesis del Mercado Eficiente, según la cual los operadores extraen e incorporan conscientemente (a través de su acción) toda la información contenida en los precios del mercado, proponemos que el mercado en su conjunto puede mostrar un comportamiento 'emergente' que no es compartido por ninguno de sus componentes. En otras palabras, nos referimos al proceso mediante el cual surge un comportamiento inteligente a escala macroscópica, del cual los individuos a escalas microscópicas no tienen ninguna conciencia. Este proceso ha sido discutido en biología, por ejemplo, en poblaciones animales como las colonias de hormigas, o en relación con la aparición de la conciencia".

En efecto, esto avala mi premisa de que la mayoría de los inversores y analistas creen estar analizando los mercados con objetividad, cuando, en realidad, se limitan a seguir la corriente y luego buscan razones para justificarlo. Además, según los numerosos estudios realizados en los últimos 30 años, este comportamiento responde simplemente a una predisposición emocional inherente.

La semana pasada leí un interesante artículo titulado: "El S&P 500 está inflado un 25% porque los inversores no se centran en los fundamentos". Analicemos lo que planteaba el autor. Este tiene la firme impresión de que los fundamentos no están impulsando el mercado actual. Así, sugiere que algo más, probablemente la emoción, está moviendo a los inversores, quienes aparentemente ignoran los fundamentos. Sin embargo, el autor parte de una premisa errónea: supone que son los fundamentos los que deben impulsar el mercado.

Lo que el autor no comprende es que la emoción ha sido siempre el motor del mercado, no sólo cuando percibe que este se desvía de los datos financieros reales. Cuando los fundamentos coinciden con el comportamiento del mercado, es simplemente una casualidad. Si observamos los máximos y mínimos del mercado, veremos que no hay fundamento alguno que respalde esos movimientos extremos, ya que siempre están impulsados por la emoción. Así, los impulsores fundamentales son en realidad factores secundarios, no motores directos del mercado. Sin embargo, el autor no está dispuesto a dar ese salto lógico, ya que la mayoría de las personas se resisten a aceptar que sus decisiones están guiadas por emociones. La mayoría prefiere convencerse de que siguen la lógica y la razón.

Si el mercado es, en su esencia, un entorno emocional, ¿realmente podemos creer que la razón o la lógica nos ayudarán a identificar los principales puntos de inflexión? He usado este ejemplo en varias ocasiones, y resulta bastante adecuado para ilustrar este punto. Cuando tu cónyuge está emocional, ¿qué tan efectivo es tratar de discutir con él basándote en lógica y razón?

Al final, debemos ser honestos con nosotros mismos y reconocer que es nuestra emoción la que influye, de forma subconsciente, en nuestras decisiones sobre el mercado, especialmente en los puntos de inflexión clave. Por lo tanto, la mayoría tiende a seguir al rebaño: se vuelve extremadamente alcista en los máximos y excesivamente bajista en los mínimos. Este es un hecho que cualquier historiador del mercado o inversor experimentado comprende, y con el que todos debemos aprender a lidiar.

Como dice Daniel Crosby en su libro The Behaviorial Investor:

"Nuestro cerebro, en su funcionamiento imperfecto, nos lleva a percibir un riesgo bajo cuando, en realidad, el riesgo es elevado, lo que Howard Marks describe como la "perversidad del riesgo". Aunque solemos pensar que los mercados bajistas son los más peligrosos, el verdadero riesgo se acumula durante los periodos de prosperidad, y solo se manifiesta cuando el mercado entra en caída. En tiempos de bonanza, los inversores se lanzan a los activos de riesgo, se vuelven menos exigentes y están dispuestos a pagar lo que sea necesario para aprovechar el momento. Aunque los riesgos aumentan en estos ciclos alcistas, permanecen ocultos porque las ganancias abundan y la dopamina nos tranquiliza. Podemos entender esto de forma intelectual, pero nuestro cerebro hará todo lo posible por evitar que actuemos en consecuencia".

Y como sigue a continuación:

"Confiar en los mitos comunes es parte de nuestra naturaleza humana, pero aprender a no hacerlo es lo que te convertirá en un inversor con éxito".

Mientras me encuentro aquí, escribiendo estas líneas, no puedo evitar reflexionar sobre los enormes excesos especulativos que estamos presenciando en los mercados hoy en día. Permítanme ofrecerles algunos ejemplos reales para ilustrarlo.

Este fin de semana, acompañé a mi esposa a una sinagoga diferente a la que suelo asistir los sábados. Allí, un miembro de la comunidad me contó con entusiasmo cómo había estado aconsejando a todos los que quisiera escucharle que compraran Bitcoin, convencido de que su valor seguiría en ascenso. Cuando alguien se siente tan seguro de sus creencias sobre el mercado y decide compartirlas conmigo incluso sin saber quién soy, me parece un reflejo claro de la opinión generalizada que hoy existe sobre Bitcoin y el exceso de especulación que lo rodea.

Pero, por favor, no crean que sólo se aplica al ciudadano de a pie. Esta perspectiva se extiende también a los analistas.

La semana pasada, tuve el honor de participar como ponente y miembro de panel en el 50 aniversario de la Conferencia de Inversión de Nueva Orleans. Durante el evento, uno de los temas que se discutió fue la posibilidad de que Bitcoin llegara a sustituir al dólar estadounidense, argumentando que por eso su valor repunta cuando el dólar cae. Sin embargo, creo que hay que estar bastante aislado en una burbuja para creer en tal teoría. Basta con observar que el DXY ha subido de 103 a 108 en noviembre, mientras que Bitcoin ha aumentado un 47% en el mismo período. Pero, perdón, me desvío del tema.

Mientras aguardaba en la sala de espera, justo antes de mi primera presentación, los ponentes empezaron a conversar sobre Bitcoin. Uno de los oradores más veteranos afirmó con entusiasmo que la criptomoneda era imparable y que estaba en camino de alcanzar el millón de dólares. Añadió que, incluso ahora, se podía comprar fácilmente, a pesar de que en ese momento cotizaba justo por debajo de los 100.000 dólares.

En ese momento, decidí intervenir para compartir la perspectiva de mis analistas en Elliottwavetrader.net, quienes creen que Bitcoin podría estar cerca de su máximo a corto plazo. Nuestro objetivo a largo plazo ha sido una cifra entre 100.000 y 125.000 dólares durante bastante tiempo. Sin embargo, es muy probable que, una vez alcanzada esa zona de resistencia, veamos una caída superior al 50 % de su valor, lo que podría dar paso a un mercado bajista durante los próximos años. Al escucharme, el otro analista se rió y retomó la preparación de su conferencia, claramente desestimando la posibilidad de que Bitcoin estuviera cerca de su máximo.

Ahora bien, si realmente no cree que estamos presenciando excesos especulativos en la actualidad, considere lo siguiente: un plátano pegado con cinta adhesiva a una pared se vendió recientemente en una subasta de Sotheby’s por 6,2 millones de dólares a un inversor en criptomonedas. Lo más sorprendente es que este mismo plátano fue adquirido el mismo día de la subasta por solo 0,35 dólares, según el New York Times, y fue simplemente pegado a una pared vacía.

El comprador incluso explicó su razonamiento para adquirir esta "obra de arte":

"Esto no es simplemente una obra de arte. Representa un fenómeno cultural que conecta los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas. Estoy convencido de que esta pieza provocará más reflexión y debate en el futuro, y acabará formando parte de la historia del arte".

Por si fuera poco, Sotheby's había estimado que la venta se cerraría entre 1 y 1,5 millones de dólares. Entonces, ¿realmente cree que el comprador utilizó su razón al adquirir esta obra de arte, o fue la emoción generada por la subasta lo que infló enormemente este precio?

Queridos lectores, esto es exactamente lo que sucede en los mercados. Con frecuencia, los precios se desvían ampliamente de las expectativas razonables, y los inversores terminan creyendo que esas valoraciones están justificadas, a pesar de que la compra esté impulsada por los sentimientos, no por la razón.

Como dijo Franklin:

"Qué conveniente es ser una criatura razonable, ya que le permite a uno encontrar o crear una razón para todo lo que tiene en mente hacer".

Al final del día, aunque crea que sus decisiones de compra y venta están basadas en la razón, tal vez sea momento de reconsiderarlo y reconocer en qué medida sus emociones pueden tener influencia en estas. Cuando uno logra sobreponerse a sus emociones, se posiciona en una clase de élite de inversores, capaces de evitar la sorpresa de estar mirando en la dirección equivocada durante los giros más significativos del mercado.

Concluiré esta reflexión con las sabias palabras de Bernard Baruch, un destacado financiero y especulador bursátil estadounidense, cuya exitosa trayectoria abarcó desde 1870 hasta 1965:

"Todos los movimientos económicos, por su propia naturaleza, están impulsados por la psicología colectiva. Si no se reconoce adecuadamente el pensamiento de la multitud, nuestras teorías económicas quedan incompletas. Siempre me ha parecido que la locura periódica que afecta a la humanidad debe reflejar algún rasgo profundamente arraigado en la naturaleza humana, algo similar a la fuerza que impulsa la migración de las aves o la carrera de los lemmings hacia el mar. Es una fuerza completamente intangible, pero su comprensión es esencial para interpretar correctamente los eventos fugaces".

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