Los problemas de suministro continuarán siendo un factor importante para el panorama mundial más inmediato. Durante el otoño, los precios de la energía se han disparado en todo el mundo. Hasta ahora, el encarecimiento
del petróleo y, sobre todo, del gas natural, ha encendido el debate sobre la inflación, pero no ha afectado significativamente a la recuperación económica. Sin embargo, esto podría cambiar en los próximos meses.
•El precio del petróleo (tipo Brent) cayó durante 2020, cuando la actividad económica mundial se detuvo temporalmente. Ahora, a principios de esta semana el precio comenzó a subir y ha ascendido a más de 80 dólares estadounidenses por barril. Ha aumentado en más del 50% desde enero de 2021, alcanzando su máximo en siete años, debido a una fuerte demanda –como consecuencia de la recuperación económica mundial– y una oferta limitada. Del lado de la oferta, no cabe esperar que la OPEP relaje su postura en un futuro próximo. Los países productores decidieron el lunes abrir el grifo del petróleo solo de manera moderada, como estaba planeado. En vista de las tensiones
de la oferta, los analistas del mercado han revisado al alza sus previsiones del precio del petróleo.
•El precio del gas natural registró una subida aún más marcada. Desde principios de año, en Europa, los precios del gas se han más que triplicado, y cerca también ha estado de ocurrir en Reino Unido. Las causas de esta evolución del precio del gas son diversas y se remontan al pasado invierno (2020/21), cuando unas temperaturas muy frías en el noreste asiático generaron una mayor demanda de gas natural licuado (GNL, por sus siglas en inglés). En cuanto a la oferta, algunos de los factores que tuvieron impacto fueron una menor producción de gas en Europa, la reducción de las exportaciones de Rusia y unas existencias limitadas.
Para los bancos centrales y los inversores en renta fija, se plantea de nuevo la cuestión de si la subida de la inflación es un fenómeno “temporal”, “persistente” o bien, tal vez (con un guiño) “persistentemente temporal”.
Tres factores determinarán si la economía europea comenzará un invierno con más o menos energía:
1. ¿Tendremos un invierno más frío o más largo de lo normal? Las propias expectativas de un invierno severo mantendrían los precios del gas elevados en un primer momento, mientras que los niveles de existencias de en torno al 75% se consideran suficientes para un invierno “promedio”.
2. ¿Existe una solución para la situación política relativa al proyecto ya operativo Nord Stream-2? Y, asimismo, ¿cuál será la postura del nuevo gobierno alemán sobre el proyecto?
3. ¿En qué medida será suficiente un aumento de la producción de energía fuera de Europa (por ejemplo, Estados Unidos o Sudáfrica) en vista de las subidas de precios y el levantamiento de las restricciones asociadas al coronavirus?
Por otra parte, el petróleo tiene un impacto más directo sobre la inflación que el gas. En la zona euro, por ejemplo, la energía tiene un peso del 9,5% en el índice de precios al consumo armonizado (IPCA), del cual los combustibles líquidos (gasolina, diésel y gasóleo para la calefacción) representan la mayor proporción (un 4,1% del IPCA total), seguidos de la electricidad (2,9%) y el gas (1,9%). En la práctica, la incidencia sobre la inflación general también depende de en qué medida los precios mayoristas de la energía se trasladan a los minoristas. Además, los precios del gas y la electricidad están por lo menos parcialmente regulados en algunos países europeos.
Claves de la próxima semana
Siguen siendo tiempos interesantes para la política monetaria. Se celebrará la reunión anual virtual del Institute of International Finance (lunes a viernes), en la que participarán altos funcionarios de los bancos centrales, y durante la cual seguramente señalarán una continuación del proceso de normalización, si bien a un ritmo distinto según cada región.
Así, en Estados Unidos, el acta de la última reunión del FOMC (21/22 de septiembre) y la evolución de la inflación en septiembre (miércoles) deberían de confirmar que la reducción de las compras de bonos empezará antes de final de año. En China, en cambio, donde hasta hace poco la subida de los precios de producción apenas se trasladaba a los precios al consumo (jueves), no sería de extrañar que se tomen nuevas medidas de relajación monetaria. Mientras tanto, el Banco de Inglaterra estará atento a cómo ha reaccionado el mercado laboral británico a la terminación del programa de retención de empleo o “furlough” (martes). Unas cifras de empleo sólidas respaldarían una primera subida de los tipos ya en el primer trimestre de 2022, incluso antes que el banco central estadounidense.
En cuanto a las perspectivas económicas, la próxima semana se publicarán las cifras del World Economic Outlook del FMI (martes), el Empire State Manufacturing de EE.UU., la confianza de los consumidores de la Universidad de Michigan (viernes) y el índice ZEW alemán. En conjunto, estas deberían de respaldar el escenario de una coyuntura sólida con una desaceleración del ritmo de crecimiento y una continua presión inflacionista. Cuanto más tiempo se mantengan elevados los precios de la energía, mayor es el riesgo de que hagan mella en el consumo privado y la actividad inversora.
Por último, pero no menos importante, la temporada de resultados empresariales del tercer trimestre será una guía para los mercados. Esta empieza el próximo martes, tradicionalmente con las cifras de la empresa estadounidense de aluminio Alcoa (NYSE:AA). Tras un inicio de año débil, los beneficios empresariales fueron sólidos en el segundo trimestre. En consonancia con la desaceleración de la dinámica económica, se espera un buen crecimiento de los beneficios, si bien a un ritmo algo más lento. Un vistazo al calendario muestra que aún falta para el invierno.
Atentamente,
Ann-Katrin Petersen