La aceleración del crecimiento, la subida de la inflación y la reducción del desempleo están construyendo un mar de fondo para que el Banco Central Europeo (BCE) ajuste al euro. El mes pasado, el BCE dijo que recortará la flexibilización cuantitativa (QE) de 60.000 millones a 30.000 millones de euros al mes a partir de enero, y la llevará a cero antes de septiembre de 2018. Si bien el presidente del banco central, Mario Draghi dice que el final de la compra de bonos no predice el inminente ajuste de la política monetaria, nosotros no le creemos.
Las señales publicadas esta semana son alcistas para la eurozona. El índice de gerentes de compras se ha acelerado desde mediados de 2016. Las previsiones económicas de otoño para la Unión Europea dicen que la economía crecerá un 2,2% en 2017 y un 2,1% en 2018, y añadió que está "en camino de crecer a su ritmo más rápido en una década este año".
La disminución del desempleo ha alimentado una recuperación del consumo privado. Los años de austeridad han generado una demanda interna reprimida, que ahora se está revirtiendo. La inflación general de la eurozona se redujo marginalmente en octubre del 1,5% al 1,4%. Sin embargo, la inflación subyacente fue menor de lo esperado, llegando al 0,9% desde el 1,1%.