Lo que vemos hoy día es, sin duda, uno de los mercados más distópicos nunca vistos. Para comprender este colofón, es necesario hacer un análisis de vuelo rasante sobre los principales indicadores económicos, datos, información que día a día alimenta nuestro mundo informativo dándonos una clara señal de dónde estamos y hacia dónde vamos.
La realidad hoy en día es un mundo totalmente distinto al que encontramos a finales de 2019, cuando varios analistas afirmaban que veríamos durante 2020 un Dow Jones en 30.000 y más allá, menos de eso sería poco realista. La pandemia del coronavirus, ese mal silente, peligroso y terrible que tanta suspicacia ha creado en muchos, llegó de la forma más inesperada y cambió el mundo, al menos, de los próximos 10 años. En países como EE.UU. y Brasil, la reacción temprana fue de escepticismo y menosprecio, rayando incluso en un poco de subestimación si se quiere. Algunos incluso llegaron a decir que era una invención de los medios, una vulgar exageración para provocar alarma y conmoción. Y es que, ciertamente, con menos de 5% de probabilidad de muertes en pacientes con síntomas, es difícil convencer al mundo de lo impactante que puede llegar a ser. Países como Italia, España, Ecuador, son un claro ejemplo de lo que puede ocurrir si el coronavirus se sale de control, no solo a nivel de letalidad, sino en el impacto económico que esto puede provocar.
Hace un par de días, un conocido influencer paseaba por las calles de Nueva York con su teléfono celular en mano, filmando una calle donde solían concurrir cientos de personas a visitar locales de recreación y ocio, ahora atestada de ventanales tapados con cartones y carteles de liquidación o quiebra. Las implicaciones económicas que dejará el coronavirus aún están por verse, pero, el panorama es al menos preocupante. Hace pocos días observamos con asombro al Warren Buffet más temeroso, alicaído y pesimista. Muchos llegaron a afirmar, en términos jocosos, que estábamos en presencia del Buffet más bajista de la historia (ironía jocosa sin duda, ya que el Oráculo de Omaha es conocido por nunca shortear activos, especialmente acciones). Sin embargo, una frase de su muy cubierta rueda de prensa quedará para la historia "never bet against America" (nunca apuesten contra América).
La tasa de desempleo en EE.UU. alcanzó niveles nunca antes vistos. Un total de 14,7% de estadounidenses reportaron estar sin empleo en el pasado mes de abril. La carga que representarán para el gobierno federal y para la sociedad en general, será tremenda, a la vez que seguramente muchos de estos desempleados serán incapaces de cumplir con sus obligaciones tributarias provocando seguramente un problema de liquidez en las arcas del Estado. Las cifras en Europa, Asia y otros países de Latinoamérica no son más alentadoras, en efecto, en su mayoría suelen ser mucho peores. La economía y el panorama mundial han sido redibujados por un enemigo inesperado, silente y peligroso que muchos intentaron prevenir, pero pocos prestaron atención a los gritos de alarma.
Aún con todo esto, los mercados de valores, hablando de los inherentes a Wall Street (EE.UU.), responden desde hace varios días con un optimismo que muchos han llegado a tildar como "distópico". Observar una gráfica de los principales índices de mercado y una tabla con datos macroeconómicos resulta surrealista en este momento, el marcado contraste entre el buen desempeño del S&P 500, Dow Jones, Nasdaq hacen saltar la vista de manera significativa. Las razones, más allá del impulso natural de muchos a creer que el mercado es un reflejo directo de la economía, son lógicas: los inversionistas creen que lo peor está pasando, que la economía va a mejorar y que pronto superaremos la crisis sanitaria provocada por el coronavirus.
Muchos creen que los mercados son guiados por la luz de los datos macro. Muchos creen que la economía se erige como en otrora lo haría la Estrella Polar, responsable de ser ese faro cósmico natural capaz de llevar a los navegantes a buen puerto. Nada más alejado de la realidad. Siempre he dicho que lo que mueve los mercados son los sentimientos de sus participantes. Las decisiones en la Bolsa de Valores se deben más a percepciones, emociones y sentimientos; ese componente irracional que nos deslumbra cuando vemos que la respuesta a datos positivos es una liquidación masiva, o que las noticias sobre malas ventas del iPhone disparan el precio de la acción de Apple (NASDAQ:AAPL). De allí que finalmente, tengamos uno de los rallies más distópicos de la historia de los mercados, uno que cabalga sobre los estragos dejados por el coronavirus y el caos reinante en la realidad económica de casi todos los países del mundo.