Las decisiones de inversión están profunda e ineludiblemente influenciadas por factores emocionales que, en muchos casos, pasan desapercibidos para los inversores. Entre estos factores, los estados de ánimo juegan un papel crucial. ¿Qué ocurre cuando nos sentimos eufóricos o deprimidos y debemos tomar una decisión financiera importante? En este artículo vamos a ver cómo los estados de ánimo, tanto positivos como negativos, pueden distorsionar nuestra percepción del riesgo y las oportunidades, afectando nuestra capacidad para tomar decisiones racionales. Exploraremos la naturaleza de los estados de ánimo desde una perspectiva psicológica, el impacto que tienen sobre los inversores y las técnicas que pueden emplearse para regular estas emociones y evitar sesgos perjudiciales.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR “ESTADOS DE ÁNIMO” DESDE UN ENFOQUE PURAMENTE PSICOLÓGICO?
La psicología define los estados de ánimo como disposiciones emocionales relativamente duraderas que influyen en cómo percibimos el mundo y, en consecuencia, cómo actuamos. A diferencia de las emociones, que son respuestas inmediatas a estímulos específicos, los estados de ánimo no siempre tienen un desencadenante claro y pueden prolongarse en el tiempo. Según investigaciones de Larsen y Diener (1992), los estados de ánimo pueden clasificarse en positivos y negativos. Mientras que los estados de ánimo positivos, como la alegría o la serenidad, tienden a incrementar la creatividad y la apertura, los negativos, como la tristeza o el enfado, pueden restringir nuestra capacidad de procesamiento y hacernos más cautelosos o impulsivos.
Uno de los estudios más relevantes en este campo es el de Schwarz y Clore (1983), quienes demostraron que las personas tienden a usar sus estados de ánimo como una "heurística" o atajo mental cuando evalúan situaciones complejas. En otras palabras, cuando estamos de buen humor, tendemos a ver las cosas con optimismo, lo que puede llevarnos a asumir mayores riesgos. Por el contrario, un estado de ánimo negativo puede hacer que exageremos los aspectos negativos de una situación y seamos excesivamente conservadores.
En el ámbito financiero, esta predisposición a utilizar nuestro estado de ánimo como criterio puede ser especialmente peligrosa, ya que las decisiones de inversión suelen implicar la gestión de incertidumbre y riesgo. Un inversor eufórico puede sobrevalorar sus habilidades y tomar decisiones demasiado arriesgadas, mientras que uno pesimista puede perder oportunidades valiosas por miedo a las pérdidas. Este fenómeno está relacionado con lo que Kahneman y Tversky (1979) describieron en su teoría de la "aversión a las pérdidas", en la que el miedo a perder pesa más que la expectativa de ganar.
IMPACTO PSICOLÓGICO DE LOS ESTADOS DE ÁNIMO EN EL TRADING Y LA INVERSIÓN
El impacto psicológico de los estados de ánimo en el ámbito de la inversión es significativo y puede llevar a decisiones que se alejan de un enfoque racional y metódico. En los mercados financieros, los traders y los inversores individuales están expuestos a fluctuaciones emocionales debido a la volatilidad inherente a los mercados. Cuando los precios suben rápidamente, puede generar euforia, lo que empuja a muchos a comprar activos sobrevaluados, un comportamiento que está relacionado con el fenómeno del "FOMO" (Fear of Missing Out), o miedo a perder una oportunidad.
Por el contrario, las caídas del mercado pueden inducir pánico o ansiedad, impulsando a los inversores a vender precipitadamente, lo que muchas veces se conoce como "venta de pánico". Este tipo de decisiones, basadas en reacciones emocionales intensas, pueden ser desastrosas a largo plazo, ya que se tiende a vender en el punto más bajo y a comprar en el punto más alto, lo que contraviene los principios básicos de la inversión racional: comprar barato y vender caro.
En un contexto más específico como el trading, donde las decisiones deben tomarse en fracciones de segundo, los estados de ánimo juegan un rol aún más crítico. Un trader que ha experimentado una racha de ganancias puede sentirse invencible y asumir riesgos excesivos, mientras que una racha de pérdidas puede minar su confianza y llevarlo a tomar decisiones extremadamente conservadoras o evitar operar por completo. Este fenómeno se conoce como "sesgo de exceso de confianza" y "efecto de disposición", respectivamente, y ambos están estrechamente vinculados a las fluctuaciones en el estado de ánimo del individuo.
Además, los estudios han mostrado que los traders son especialmente propensos a experimentar lo que se llama "sesgo de confirmación", donde buscan información que confirme sus emociones y decisiones previas. Si están en un estado de ánimo positivo, es probable que busquen noticias o análisis que refuercen su optimismo, mientras que, si están en un estado de ánimo negativo, se centrarán en los aspectos más negativos del mercado.
Incluso los inversores institucionales, a pesar de contar con mayor experiencia y recursos, no son inmunes a los efectos de los estados de ánimo. La presión de generar resultados en un entorno de alta competencia puede desencadenar una espiral emocional negativa cuando los rendimientos no alcanzan las expectativas. Este ambiente de estrés constante puede aumentar el riesgo de decisiones precipitadas, motivadas por el miedo a quedarse atrás en relación con la competencia.
Estrategias y técnicas para entender nuestro estado de ánimo y regularlo
Dado que los estados de ánimo influyen de manera tan marcada en las decisiones de inversión, es esencial que los inversores desarrollen estrategias para gestionar y regular sus emociones. La autorregulación emocional es una habilidad que puede aprenderse y perfeccionarse con el tiempo, y existen diversas técnicas que pueden ayudarnos a mantener un enfoque más racional.
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Mindfulness o atención plena: El mindfulness se ha popularizado como una técnica eficaz para mantener la calma y la concentración en momentos de estrés. Practicar mindfulness regularmente puede ayudar a los inversores a ser más conscientes de sus emociones y a identificar cuándo sus decisiones están siendo influenciadas por estados de ánimo transitorios.
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Llevar un diario de inversión: Escribir las razones detrás de cada decisión de inversión puede ayudar a los inversores a identificar patrones emocionales en su comportamiento. Al revisar el diario, podemos detectar cuándo nuestras decisiones han sido impulsadas por el miedo, la euforia o la desesperación, y ajustar nuestro enfoque en el futuro.
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Establecer reglas claras: Definir reglas específicas para la compra y venta de activos puede actuar como un ancla en tiempos de volatilidad emocional. Estas reglas pueden basarse en métricas objetivas, como análisis técnicos o fundamentales, lo que limita el impacto de los estados de ánimo en las decisiones.
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Consulta con terceros: Compartir nuestras ideas de inversión con un mentor o un colega puede brindarnos una perspectiva objetiva y ayudarnos a identificar posibles sesgos emocionales. A menudo, la visión externa de una persona menos involucrada emocionalmente puede ser de gran valor para corregir errores.
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Establecer un horizonte temporal claro: En lugar de tomar decisiones basadas en fluctuaciones a corto plazo, es útil recordar que la inversión suele ser un juego a largo plazo. Mantener una visión clara de nuestros objetivos financieros a largo plazo puede ayudar a reducir la influencia de los estados de ánimo momentáneos.