La Reserva Federal dejó sin cambios los tipos de interés de referencia, en un rango que va entre el 0,25 y el 0,5%, en una decisión ampliamente esperada. Sin embargo, tanto el comunicado oficial del organismo, como la conferencia de prensa posterior que brindó la presidente Janet Yellen, tuvieron un tono más que prudente, y con un cierto dejo pesimista.
Si bien lo que expresó Yellen no es sorprendente ni mucho menos, la preocupación del FOMC se basa en la inestabilidad de la economía global, que se hizo más tangible desde principio de enero, cuando estalló una nueva crisis en China. La baja inflación, el precio bajo del petróleo, los mercados muy volátiles, pusieron a la Fed en un rol que parece quedarle bastante cómodo: la posición de banco central mundial, que vela no solo por los intereses de los Estados Unidos, sino que se fija en lo que pasa alrededor.
En otras palabras: la economía norteamericana soportaría sin muchas dificultades un nuevo incremento de tipos, pero sacudiría al resto del mundo, en especial a las economías emergentes, cuyas exportaciones dependen de las materias primas; estas han sido vapuleadas durante un año y medio, con el alza del dólar, y lentamente se van estabilizando, en un frágil equilibrio. Evidentemente, la Fed analiza que nuevas alzas de tasa solo derrumbará esta ecuación, con efectos que por supuesto impactarían también en Estados Unidos.
La reacción de los mercados no se hizo esperar: el euro se disparó, y lo sigue haciendo el jueves, tal vez sin que los inversores recuerden que hace una semana el Banco Central Europeo (BCE) anunció que dadas las malas condiciones de la economía de la eurozona, se ha visto obligado a dejar los tipos de interés en cero, y a colocar 20.000 millones de euros por mes al circuito económico. Son 20.000 millones que se suman a los 60.000 actuales. El día que lo recuerden, el euro no encontrará un piso cierto si no cerca de la paridad.
El yen también crece, aunque en forma más atenuada, y a la espera de una intervención del Banco de Japón. Poca gracia le debe causar al primer Ministro, Shinzo Abe, y al BoJ, conducido por el Sr. Kuroda ver como los esfuerzos por tener un yen bajo y generar inflación se les diluye en unos días. Si el yen toca 108, no dude en comprar dólares.
La libra esterlina algo más tranquila en estos momentos, a la espera del anuncio de política monetaria del Banco de Inglaterra, previsto para las 8:00 del este; no habrá cambios de tasa ni de plan de compra de bonos, y la libra tiene, en principio, vía libre para seguir el camino del euro.
Y, claro, festejan las bolsas. Una tasa de la Fed sin cambios, al menos hasta junio, vuelca dinero a las acciones, que lejos de representar la salud de las empresas son activos que siguen a Yellen y su gente. Pero esa es otra cuestión, más de largo plazo, y no de este jueves.
Las peticiones semanales de desempleo a las 8:30 representan el dato a seguir en la sesión americana, en la cual el dólar puede seguir perdiendo terreno. Al menos hasta que los mercados se cansen de venderlo, para lo cual no falta mucho.