Los movimientos de las divisas ya no responden a los fundamentales y los diferenciales de tipos, sino a los cambios de sentimiento de los mercados mundiales.
La recuperación de los mercados ha sido tan impresionante, rápida e inesperada como el vertiginoso desplome provocado por el coronavirus. El hecho de que este rebote haya respondido en gran medida a los estímulos fiscales y monetarios sin precedentes no pareció molestar mucho a los inversores, al menos al principio. Sin embargo, muchos observadores se cuestionan hasta qué punto estas grandes intervenciones de los bancos centrales están afectando a la rentabilidad de las distintas clases de activos. ¿Qué importancia puede tener un segmento de mercado en el que está comprando un banco central?
En este sentido, los bonos corporativos europeos, que el Banco Central Europeo puede comprar directamente, y el tipo de cambio entre el yen japonés y el dólar australiano pueden servir como ejemplo de dos extremos. El yen es un popular instrumento de cobertura que tiende a revalorizarse durante las fases de creciente aversión al riesgo. Por el contrario, el dólar australiano suele tomarse como un indicador del estado de la economía mundial porque la economía australiana depende en gran medida de las exportaciones de materias primas. En teoría, la aceleración de la economía mundial (y el consiguiente aumento de la demanda de materias primas) debería reforzar el dólar australiano. Por lo tanto, el tipo de cambio entre el yen y el dólar australiano suele responder más que otros a una combinación de fundamentales mundiales y sentimiento de riesgo de los inversores.
Como muestra nuestro Gráfico de la Semana, la correlación entre el tipo de cambio de ambas divisas y la prima de riesgo de los bonos corporativos denominados en euros ha sido muy obvia desde el estallido de la crisis. Esta tendencia también se ha visto reflejada en otras clases de activos, incluida la renta variable: aunque los bancos centrales intervengan de forma selectiva en segmentos específicos, al final sus intervenciones acaban manifestándose en todas las clases de activos.
Sin embargo, no deberíamos dar por hecho que esta fuerte correlación se mantendrá si la recuperación económica pierde impulso, a pesar de las políticas monetarias expansionistas de los bancos centrales. Stefanie Holtze-Jen, Foreign Exchange Strategist en DWS (DE:DWSG), observa que los tipos de cambio se han separado de los fundamentales de una manera que apenas se había visto antes. «Debido a que casi todos los principales bancos centrales mantienen sus tipos de interés prácticamente al 0%, los diferenciales de tipos han dejado de influir en los tipos de cambio y el sentimiento de riesgo se ha convertido en el principal factor de impulso». En nuestra opinión, el yen está funcionando bien como indicador de la propensión al riesgo de los inversores, especialmente frente al dólar australiano. Dicho de otro modo: cuando los activos de riesgo muestran debilidad, el yen sigue siendo una buena opción.