No se trata de un día más para los mercados ni para el mundo. Se celebran hoy las elecciones presidenciales en Estados Unidos, con dos candidatos principales a los que no les sobran votos, pero al cabo de las cuales uno quedará como nuevo presidente.
No es esta una columna política ni muchísimo menos, de modo que trataremos, como cada día, de dejar una reflexión acerca de lo que viene. Para hablar de lo pasado hay otra gente.
Y lo que viene no es fácil de deducir antes de conocer los resultados. Como sucedió con el Brexit, el mundo financiero puede entrar en una época sin antecedentes ante una victoria republicana, o seguir en el estado actual si ganan los demócratas. Aunque, claro, siempre habrá matices que de alguna forma suavizan los cambios que puedan producirse.
Demás está decir que una victoria de Trump traerá consigo un miércoles negro para los mercados bursátiles norteamericanos, expresión a la que cada vez que los índices caen unos cuantos puntos aluden ciertos opinólogos. Las ganancias del lunes, producto de que el FBI no seguirá investigando a Clinton por un tema de correos electrónicos, hace presumir que no vienen días fáciles para las acciones.
Sin muchos motivos desde lo fundamental, y apoyadas en una masa de liquidez sin precedentes, los índices más populares han ofrecido máximos históricos este año, llevando consigo a bolsas de valores de países más pequeños. Será el momento de una baja importante, o habrá euforia el miércoles?
Trump promueve cerrar la economía de su país y dejar de exportar licencias, para volver a producir en forma local. Su razonamiento tiene bastante lógica, si se tiene en cuenta que la economía norteamericana exhibe sólidas cifras de empleo, pero la calidad de este es muy baja. Ello explica que, por ejemplo, la tasa de desocupación haya caído del 10 al 4,9% y que la aguja de la inflación se mantenga quieta, a una enorme distancia del 2% que tiene la Reserva Federal (Fed) por objetivo anual.
Pero claro, la propuesta de Trump traerá consigo una explosión alcista del dólar y un crecimiento de la economía local, que obligará a la Fed a llevar los tipos de interés del tímido 0,5% del cual no quiso moverse en todo el año, y que es 0,25% mayor a la de diciembre de 2008, a no menos del 2,5 o 3% en poco tiempo.
A su vez, este tipo de medidas repercutiría en el precio de las materias primas, que sufrirían una baja de proporciones, al tiempo que el costo de deuda de los países emergentes saldría de las tasas efímeras que ahora tiene, para hacerse prácticamente impagable.
China podría sufrir una crisis económica de igual importancia, lo cual no hará más que profundizar los problemas de sus países proveedores.Con ese panorama, el mundo mira con preocupación una potencial victoria de Trump.
Pero basta con repasar un poco la historia para ver que en Estados Unidos el presidente no tiene la misma libertad de acción que si tiene en países hiper presidencialistas, en los que una vez que un candidato asume, el rumbo cambia definitivamente.
Las bravatas de Trump no serán tan fácilmente digeridas por los mercados. Para muestra, podríamos hablar de cuando en mayo de 2010, el actual presidente Obama intentó cambiar leyes fundamentales para el sistema financiero: en cinco minutos, y sin explicación clara mediante, el índice Dow Jones cayó un 10%, lo que obligó a suspender la rueda momentáneamente, con el caos que posteriormente se generó. No es fácil ganarle a los mercados, aún cuando uno se llame Trump.
Ante una victoria de Hillary Clinton, el futuro no será mejor que con Trump, pero sí más conocido. Las políticas blandas, la emisión de dinero sin mucho respaldo a la que acudieron todos los países del mundo para combatir un inevitable déficit fiscal, y el dólar nominalmente caro pero realmente muy bajo con una tasa nula, seguirá reinando por mucho tiempo, hasta que la burbuja creada estalle de una forma inesperada y con consecuencias más inesperadas aún. Pero, en cualquier caso, al mundo le cae más simpático este discurso.
En cualquier caso, este martes será un día para mirar a los mercados desde afuera, y sentarse, con tranquilidad, a ver la reacción de estos en la sesión asiática del miércoles, cuando comiencen a aparecer los resultados.
Los gaps que se crearon en la apertura del lunes difícilmente sean cubiertos en estas horas, por lo que el yen, el euro, el franco suizo y la libra esterlina, tienen bastante terreno para ganar; lo mismo sucede con la onza de oro. Al revés, el peso mexicano tiene para perder.
Si los gaps tuvieran el secreto de los mercados, podríamos decir que la ganadora será Hillary Clinton: su victoria hará caer al dólar, relajará a los mercados, y las bolsas tendrán días, semanas, ¿meses? de festejo. Pero los gaps no son más que figuras sin clasificar -no son de continuación ni de cambio de tendencia-, en el abanico de herramientas que ofrece el análisis técnico, y no son útiles para sacar conclusiones de gran importancia.
Gane quien gane, en definitiva, estamos asistiendo a la historia en vivo. Y ello es más fascinante aún que el movimiento de una divisa o una acción. Al menos por un día.