Las noticias de los periódicos nos muestran que la corrupción existe, en mayor o menor grado, en todos los países, y a todos los niveles.
Pero ¿puede un país crecer con corrupción? Para responder este interrogante, hemos identificado dos indicadores. El primero de ellos es un índice de percepción del nivel de corrupción (eje Y) elaborado por la agencia internacional Transparency International para varios países, y en el cual un valor de 10 significa que el país tiene bajos niveles de corrupción (Finlandia). Países con un valor de 1 son países altamente corruptos (Nigeria). Combinando dicho índice con las series de producto bruto real per capita (eje X) para los mismos países, encontramos lo detallado en este gráfico:
La relación positiva indica que los países más ricos obtienen una mejor calificación cuando evaluamos su nivel de corrupción; es decir, son menos corruptos. Nada decimos de la causalidad de las variables bajo estudio, pero nótese que no existen países ricos que sean significativamente corruptos.
Entonces cabe preguntarse lo siguiente: ¿si los costos sociales y económicos de la corrupción son tan altos, por qué los países no hacen todo lo posible para mejorar su condición y erradicar la corrupción?.
El siguiente gráfico muestra los niveles de corrupción a lo largo del tiempo, para un grupo de países elegidos. Nótese que los niveles se mantienen estables, por lo que pareciera ser una enfermedad difícil de curar. Entonces, ¿cómo erradicar la corrupción?
Para poder dar una respuesta, resulta necesario entender el fenómeno de la corrupción. Dicho mal tiene una dinámica particular, que la describiremos en términos de un círculo vicioso o de un círculo virtuoso.
Un país está en un círculo vicioso de corrupción cuando el nivel del mismo es tan elevado que un individuo se ve desincentivado a ser honesto. El comportamiento honesto de un individuo le acarrea costos económicos sólo a él, y por otra parte, los beneficios generados por su comportamiento honesto, se diluyen en el resto del grupo de gente corrupta.
Por el contrario, un círculo virtuoso es aquel diseñado de forma tal que se premian los comportamientos honestos, tanto en forma directa (compensaciones monetarias) como indirecta (reconocimiento y valoración moral, por ejemplo). En estos casos, un grupo de gente no corrupta, refuerza los incentivos colectivos para que el resto de personas tampoco sean corruptas.
Paradójicamente, si bien todos estarían mejor con menores niveles de corrupción, en general no existirían los incentivos suficientes para cambiar de comportamiento. Esto hace que sea difícil pasar de un nivel de corrupción alto a un nivel de corrupción bajo, sólo con actitudes individuales o medidas aisladas. Se requiere de la coordinación y el compromiso de toda la sociedad; esto es, de una acción colectiva y coordinada, que conlleve muchas veces la adopción de medidas radicales.
Un reciente trabajo del Banco Mundial, trae ciertas esperanzas (“Anticorruption in transition 3: Who is succeeding and why?”. www.worldbank.org/eca/act3). De acuerdo con dicho trabajo, en algunos países regidos históricamente por el sistema comunista, el nivel de corrupción percibido por los empresarios, ha ido bajando a través del tiempo. Tal es el caso de Georgia, Ucrania y Bulgaria.
¿Cómo lo hicieron? La conclusión del citado trabajo es que no hay una receta única. Algunos de los factores han sido mejores salarios para funcionarios claves, la competencia entre políticos por votantes cada vez más exigentes, y el potencial ingreso a la comunidad económica europea. El trabajo destaca que la reducción exitosa de los niveles de corrupción dependió, en todos los casos, del liderazgo político.
Del trabajo citado se pueden destacar cuatro aspectos que contribuirían a bajar los niveles de corrupción. El primero, es reducir la estructura burocrática, porque los niveles altos de corrupción tienen mayor probabilidad de sobrevivir en países con grandes estructuras gubernamentales.
En segundo lugar, elevar los niveles de transparencia del Estado. La existencia de información creíble y pública sobre las variables que maneja el Estado, ayuda a bajar los incentivos corruptos.
En tercer lugar, las reformas graduales para cambiar el desequilibrio corrupto, tienen menos probabilidad de éxito que las reformas más ambiciosas. Esto es así, porque romper el círculo vicioso requiere de medidas radicales.
Finalmente, la existencia de un sistema de justicia anticorrupción efectiva. Si no existen mecanismos de detección y castigo concretos y efectivos, los incentivos para la corrupción serán altos.