El inversor Carl Icahn, uno de los mejores del mundo, compró 27 millones de acciones de Apple (NASDAQ:AAPL) en agosto de 2013, a un precio de 66 dólares. En enero de 2014, cuando las acciones cotizaban a unos 75 dólares, compró 53 millones de títulos más, de modo que llegó a poseer el 0,9% del capital de la compañía de la manzana.
En diversas ocasiones manifestó su opinión de que el valor de las acciones de Apple era de más de 200 dólares, incluso de 240 dólares. En febrero de 2015, cuando las acciones cotizaban a unos 130 dólares, escribió que el mercado estaba siendo totalmente irracional al valorar Apple a un precio tan bajo.
A finales de marzo de 2016, cuando el precio estaba a 105 dólares, Icahn había vendido la totalidad de su participación, preocupado por el deterioro de las perspectivas del iPhone en China. El inversor se había anticipado a las pésimas noticias que Apple anunciaría el 26 de abril de 2016: la compañía acababa de sufrir su primera reducción de beneficios desde 2003, que además fue mayor a la esperada por los analistas, las ventas del iPhone habían caído de 61 millones a 51 millones de unidades y, lo que es peor, las ventas en China (incluyendo Taiwan y Hong Kong) se habían desplomado un 26% cuando hasta aquel momento solo habían hecho que crecer.
Icahn acertó a corto plazo: las acciones de Apple cayeron de 104,35 a 90,34 dólares entre el 27 de abril y el 12 de mayo de 2016, un 13,4% en dos semanas. Llegaron a cambiarse a 89,47 dólares. Sin embargo, a continuación se recuperaron y a partir de diciembre de 2016 empezaron una escalada casi imparable de los 110 a los 144 dólares actuales.
Se da la circunstancia de que Icahn vendió a precios muy inferiores al “precio irracional” de 130 dólares, según su propia evaluación un año antes. Lo irónico es que muchos inversores vendieron a su vez sus acciones influidos por la decisión del gran inversor.
Icahn basaba sus positivas expectativas iniciales en previsiones de ventas y beneficios optimistas que luego se vieron truncadas. Psicológicamente, cuando te sientes decepcionado tienes tendencia a actuar para demostrar tu frustración, en este caso vender, pero en tales circunstancias es fácil cometer errores de los que uno suele arrepentirse. Tal como explico en mi libro El inversor afortunado, el mejor momento para comprar acciones de una empresa determinada tiene lugar cuando esta atraviesa un período de incertidumbre, que era el caso de Apple cuando Icahn vendió sus acciones. Por otro lado, un inversor a largo plazo solo debería vender unas acciones cuando la calidad de la empresa se ha deteriorado. No era el caso: la compañía seguía siendo solvente y rentable, continuaba innovando y produciendo productos de calidad, y proseguía su creciente diversificación de ingresos recurrentes.
En cambio, Icahn vendió en base a una situación coyuntural y movido por la frustración causada por expectativas fallidas, errores de principiante a pesar de acumular cincuenta años de experiencia en los mercados. Esos errores le hicieron perderse la revalorización del 40% (dividendos aparte) experimentada por los títulos de Apple en los doce meses siguientes.
No obstante, eso no impide que Carl Icahn siga siendo uno de los mejores inversores, pues a fin de cuentas lo que importa es que los aciertos superen a los errores.