Si bien es cierto que muchas personas, cuando actúan de forma racional, suelen considerar por igual tanto una pérdida como una ganancia en ámbitos como el deporte u otros juegos, no suelen reaccionar de la misma manera cuando se trata de inversiones y finanzas personales. Una investigación académica galardonada con el premio Nobel demostró que las personas sopesan las ganancias y las pérdidas financieras de forma diferente, sintiendo las pérdidas con mucha más intensidad de lo que aprecian una ganancia de la misma magnitud. Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky explicaron este sesgo psicológico en un artículo de 1979 premiado con el Nobel y lo denominaronaversión miope a las pérdidas o teoría de la perspectiva.[i] En opinión de Fisher Investments España, este concepto psicológico es un elemento esencial a la hora de invertir e ilustra una de las razones por las que muchos inversores son propensos a equivocarse en momentos de estrés.
La aversión miope a las pérdidas es un sesgo cognitivo o de comportamiento, básicamente un error psíquico que puede llevar a tomar decisiones aparentemente irracionales. Kahneman y Tversky lo descubrieron en un estudio histórico titulado Prospect Theory: An Analysis of Decision Under Risk(‘Teoría de la perspectiva: un análisis de las decisiones tomadas en situaciones de riesgo’). En él, analizaron la toma de decisiones de las personas mediante juegos, o «perspectivas», que incluían apuestas, juegos de azar y loterías.
Por ejemplo, los investigadores pidieron a los participantes que eligieran entre:
A) una probabilidad del 100 % de perder 3000 dólares; o
B) un 80 % de posibilidades de perder 4000 dólares y un 20% de no perder nada.
Y, a continuación, que eligieran entre estas dos opciones:
C) una probabilidad del 100 % de recibir 3000 dólares; o
D) un 80 % de posibilidades de recibir 4000 dólares y un 20% de no recibir nada.
Para situar esto en el contexto adecuado, realizaron este experimento en Israel en una época en la que su salario medio anual era de 3000 dólares.[ii] Lo que a los observadores actuales les puede parecer una suma considerable, pero no enorme, a los participantes les parecía la posibilidad de ganar o perder el sueldo de todo un año o más, lo que creemos que es clave para entender la forma en que los participantes sopesaban los riesgos en cuestión. En el primer escenario, el 92% de los encuestados eligió la opción B, a pesar de que existía un gran riesgo de perder incluso más que la pérdida segura de la opción A. En el segundo, la gente prefería la certeza del 100 % de 3000 dólares antes que el riesgo relativamente pequeño de no ganar nada, incluso cuando la ganancia altamente probable era mayor que la suma garantizada.[iii]
Los resultados parecen demostrar dos aspectos diferentes. En primer lugar, la gente sopesaba de forma distinta una ganancia de 3000 dólares que una pérdida de 3000 dólares, a pesar de que estaba en juego la misma cantidad de dinero y de que las sumas en cuestión podían cambiar significativamente la vida de los sujetos del experimento. En segundo lugar, la gente detestaba las pérdidas lo suficiente como para arriesgar más dinero si había una pequeña posibilidad de evitar la pérdida por completo. Los investigadores concluyeron que, desde el punto de vista financiero, a la gente le desagradan las pérdidas mucho más de lo que aprecian las ganancias.
Tal vez parezca un concepto abstracto,pero, según nuestra experiencia, este fenómeno puede manifestarse en las decisiones de la vida real, especialmente cuando los mercados atraviesan episodios de volatilidad. Por supuesto, los mercados siempre experimentan cierto grado de volatilidad, tanto al alza como a la baja. Pero la forma en la que la gente reacciona a ellos no es equivalente. Como sugiere la investigación de Kahneman y Tversky, los individuos perciben con más intensidad las pérdidas de lo que disfrutan las ganancias.
En un entorno volatilidad negativa, el dolor emocional de la caída puede motivar a la gente a tomar algún tipo de acción por querer evitar más dolor si los mercados siguen depreciándose, lo que les puede llevar a asumir el riesgo de vender. Esta decisión puede hacerles sentir bien a corto plazo, pero puede generar muchos problemas a los inversores que necesitan rendimientos similares a los de la renta variable para financiar sus objetivos y necesidades de largo plazo. La volatilidad de los mercados se presenta en diferentes formas y tamaños y, en nuestra opinión, la mayoría de las veces realmente no se debería tomar ninguna decisión al respecto.
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- Retrocesos: descensos inferiores al 10 % registrados en el curso de un mercado alcista (período marcado por la revalorización general de las cotizaciones).
- Correcciones:caídasimpulsadas por el sentimiento inversor de entre el 10 % y el 20 % que pueden ocurrir por cualquier razón o sin ella durante un mercado alcista.
- Mercado bajista:un descenso prolongado provocado por un cambio de los fundamentales igual o superior al 20 %.
En nuestra opinión, si puede identificar un mercado bajista en ciernes, le beneficiará reducir la exposición a la renta variable, dado que le ayudará a evitar parte de la caída y podrá volver a entrar en los mercados en un punto más bajo. Sin embargo, pensamos que los inversores particulares deben basar su decisión en un análisis racional sobre la evolución futura de la economía y los mercados, y no solo porque el mercado haya sufrido un impase recientemente.
En las correcciones o en los simples retrocesos del mercado, la negatividad que rodea estos escenarios no se basa en los fundamentales, y tienden a comenzar y finalizar rápidamente y sin previo aviso. No conocemos a nadie que haya podido esquivar de manera sistemática estos movimientos a corto plazo, y tratar de hacerlo podría resultar muy costoso para los inversores. Tomemos como ejemplo la corrección registrada a finales de 2018. Entre el 3 de octubre de 2018 y el mínimo del día de Navidad, los mercados de renta variable mundiales cayeron un 16,6%.[iv] Para alguien que sufra de aversión miope a las pérdidas, la renta variable probablemente habría parecido destinada a seguir cayendo, por lo que salir del mercado hubiera parecido una la decisión más razonable. Pero el descenso no duró mucho tiempo, dado que la renta variable subió tras ese episodio. Tres meses después del mínimo, los mercados mundiales subieron un 17,7 %.[v] Un año después, habían recuperado los máximos anteriores a la corrección y seguían revalorizándose. Aquellos que vendieron por miedo a una mayor pérdida probablemente se perdieron esta recuperación y las rentabilidades positivas que persistieron a partir de entonces, materializando pérdidas (o menos ganancias) en medio de un mercado alcista. Esas rentabilidades perdidas se conocen con la expresióncoste de oportunidad y, además de incurrir en los impuestos y las comisiones por las operaciones, podrían resultar muy perjudiciales si el inversor necesita un crecimiento similar al de la renta variable en el largo plazo.
Evitar la trampa de la aversión miope a las pérdidas requiere un esfuerzo mental y conocimiento de uno mismo. La clave reside en adoptar una visión a largo plazo, manteniendo sus objetivos financieros (y las rentabilidades que pueden ser necesarias para alcanzarlos) en primer plano. Por lo tanto, cuando se producen los inevitables periodos de volatilidad, no creemos que los inversores que buscan crecimiento a largo plazo deban reaccionar inmediatamente. Recuerde que la volatilidad no se convierte en una pérdida a menos que venda y la materialice. Por lo tanto, intente desprenderse de la situación. No se obstine en la evolución de los mercados durante un tiempo para que el dolor de la caída disminuya. A continuación, pregúntese por qué siente la tentación de vender, si es que la siente. Sopese si esas razones son más emocionales que lógicas. Piense críticamente si van en contra de sus objetivos de inversión. Una forma práctica de hacerlo es preguntarse: ¿Y si me equivoco?
En nuestra opinión, soportar la volatilidad a corto plazo es el precio que pagar para disfrutar de la rentabilidad positiva de la renta variable a largo plazo.[vi]Las acciones no se mueven en línea recta; incluso en los mercados alcistas, el zigzagueo es totalmente habitual. Creemos que ser consciente de las tendencias y sesgos innatos del ser humano puede ayudarle a prepararse para lo inesperado y a reducir la probabilidad de cometer errores costosos en momentos de tensión en el mercado.
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