Artículo elaborado por Adrien Pichoud, economista jefe de SYZ AM
Una conclusión que debemos extraer de 2019 es «mantener las inversiones pese a los vaivenes en la confianza del mercado». Si bien este año las rentabilidades de muchas clases de activos mostraron solidez en la teoría, desafortunadamente para muchos inversores, se quedaron allí, en la teoría. Por el contrario, nuestras carteras permanecieron invertidas todo el año y han arrojado buenos resultados.
Como vivimos en un entorno «japonizado», en el que los tipos de interés son bajos o negativos, los inversores se sienten presionados a invertir su liquidez, con la posible excepción de las posiciones en dólares estadounidenses, en activos de mayor riesgo. Esto implica que posiblemente veamos a inversores con carteras insuficientes en busca de rentabilidades a medida que nos acercamos a 2020.
En este tipo de entorno, sugerimos recurrir a los derivados como herramienta para amortiguar cualquier revés, sobre todo algún tropiezo en los mercados de renta variable. Estos derivados sirven de base para iniciar posiciones eficientes con vistas a homogeneizar la «trayectoria de rentabilidad» de las carteras.
Nuestro posicionamiento en renta variable puede resumirse, en términos generales, en una infraponderación en Europa y Japón, una posición neutra en mercados emergentes y una sobreponderación en Estados Unidos, donde el crecimiento de los beneficios empresariales mantiene su solidez. Creemos que los inversores en renta variable deberían centrarse en títulos de calidad y con escaso endeudamiento, y priorizando a los líderes del mercado con balances sólidos. Más allá de esta generalización, estamos convencidos de que las acciones de gran capitalización y de calidad continúan siendo interesantes en el actual entorno de última fase del ciclo.
Además de la renta variable, un entorno de tipos más bajos durante más tiempo implica que nuestras carteras invierten en bonos con un enfoque selectivo y escalonado: en el extremo corto de la curva de tipos, creemos que la deuda corporativa de los mercados emergentes y el alto rendimiento (high yield) deberían arrojar rentabilidades razonables a los inversores tanto en euros como en dólares. Por supuesto, los bonos de alto rendimiento continúan siendo una interesante fuente de rentabilidad, ya que las tasas de impago no aumentarán bruscamente, dado que las condiciones macroeconómicas han dejado de deteriorarse. Para duraciones de entre cinco y diez años, priorizamos la deuda corporativa investment grade de Europa y Estados Unidos. Por último, en el extremo más largo de la curva, tiene sentido mantener deuda pública denominada en dólares estadounidenses y en euros con vencimientos de diez años en adelante para protegernos frente a un deterioro macroeconómico.
Sigue habiendo numerosas incertidumbres. La guerra comercial entre EE.UU. y China, las elecciones estadounidenses de noviembre y la evolución de la política en torno al Brexit en el Reino Unido. Pero, en general, el consumo en los países más desarrollados continúa exhibiendo solidez. Mientras que esto siga así y los principales bancos centrales (la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo) mantengan su compromiso con las políticas acomodaticias para ampliar el ciclo económico, los mercados deberían poder mirar más allá de cualquier episodio temporal de volatilidad.
En este futuro previsible de tipos monetarios y de renta fija persistentemente negativos, la condición sine qua non más importante para unos resultados satisfactorios en 2020 será mantener las inversiones, al tiempo que conservamos algunas coberturas en cartera.