Los datos económicos del último viernes siguen reforzando la imagen de los últimos meses: rally del dólar frente al yen y el euro en un contexto de rentabilidad de los bonos soberanos en todos lados.
El rendimiento a 10 años de la deuda de EE.UU. tuvo un rally violento el viernes post-datos haciendo un gap de 15 puntos básico,s llevándola nuevamente cerca del 2%. Sin embargo, aun cuando está casi en 2% y cuando ese nivel claramente es bajo, paradójicamente convierte al dólar en una moneda “halcón” relativa al formidable colapso de rentabilidad en la zona euro y Japón, con tasas que en estas regiones claramente están debajo del 1% en general.
Formidable burbuja en renta fija del G10 es la que estamos presenciando aun cuando a nadie parezca importarle todavía. Clara guerra de rentabilidades y monedas en el G10 frente a un mundo en el que el empleo no abunda y en el que las presiones deflacionarias son cada vez más acentuadas.
Hace rato que el mercado está descontando la siguiente historieta monótona y repetitiva: el prolongado rally en la curva soberana de bonos estadounidenses corresponde a un reajuste en la estancia acomodativa, no sólo de la Reserva Federal (Fed), sino de los príncipales bancos centrales del mundo, que no sólo se está acentuando sino que además durará probablemente más de lo inicialmente esperado y con ello se refuerza el sentimiento reflacionante que ha caracterizado al comportamiento de los mercados accionarios del planeta en este último tiempo.
Para sorpresa de muchos -y me incluyo en ese grupo- se hace difícil encontrar una rentabilidad a 10 años de países relevantes sobre el 1,80% y no quiero comentar las soberanas de Alemania y Japón que rondan ya lo ridículo.
Lejos quedaron ya aquellos días de mayo de 2013, en donde Ben Bernanke comenzó a insinuarle al mercado que se venía el Tapering del QEIII. Por entonces, la rentabilidad a diez años que ofrecía Estados Unidos en 1,65% pegó un brusco salto hacia los 3% de cierre de año y a los mercados emergentes con violentos cierre de “carries” los dejaron para el arrastre.
Pero también es cierto que, desde entonces, la Reserva Federal ha tenido un objetivo casi único: convencer al mercado de que cualquier movimiento en tipos de interés será extremadamente lento y cuidadoso y desde entonces la curva de rentabilidad ha perdido todo el brío de 2013. A esto se le suman Japón y Europa en pleno QE rondando tipos negativas en la parte corta y media de la curva.
¿Qué podemos concluir de esto entonces? Muy sencillo y a esta altura peligrosamente familiar: el entorno reflacionario se mantiene más vivo que nunca y en este contexto será difícil convencer a los alcistas de que el S&P 500 no pueda seguir quebrando máximos.
Los principales bancos centrales del mundo intentan defender un bastión casi incuestionable de los últimos tiempos: defender a raja-tabla el rally de los mercados de acciones y con ello reforzar al máximo el efecto riqueza que se intenta obtener vía reflación de activos.
Si todo esto genera efectos no deseados, lo atenderán después, la prioridad claramente no es esa y como siempre es el caso hoy a la fiesta hay que bailarla y a nadie le importa un comino el nivel sorprendentemente bajo y peligroso que han alcanzado las tasas a nivel global.
Con esta dinámica de rendimientos soberanos instaurada a nivel mundial, el mercado nuevamente deberá preguntarse si es posible imaginar al S&P 500 y otros índices bursátiles similares, pudiendo seguir quebrando una y otra vez máximos para un mercado que alegremente escucha a los principales centrales del mundo sonando eternamente “paloma” y celebrarlo en consecuencia.
La realización de estos hechos quizá nos obligue a imaginar un mundo al que le quedan muchos años más de una implacable condescendencia monetaria, basada en el temor exagerado quizá de los centrales al riesgo deflacionario.
No sé si el periodo 2007/2015 quedará en los libros como uno de crisis o como uno de histórica, eterna y por momentos incomprensible laxedad monetaria, que prolongará por mucho más tiempo de lo que creíamos un mercado alcista de renta fija y acciones mundial.
Moraleja: nunca operar contra los bancos centrales.