"La economía española, si cogemos los datos trimestrales y los anualizamos, seguramente ha crecido entre el 3,5% y el 4% en este segundo trimestre, gracias al fuerte crecimiento de las exportaciones, que en los cuatro primeros meses del año ha sido del 9%. Este crecimiento llevará a una revisión al alza del cuadro macroeconómico de cara a los Presupuestos del año 2018, que afectará también a las variables del mercado laboral. El crecimiento va a ser más intenso del que habíamos proyectado y la caída del paro también más profunda de lo que habíamos proyectado", ha dicho Luis De Guindos.
¿A cuento de qué esta mención? Aparte del sarcasmo general, que provocan las peroratas de inquisidores políticos y no políticos, con su música fúnebre de que España va muy mal, este nuevo enfoque desenmascara el mal hacer de los servicios de estudios de prestigiosos bancos, nacionales y extranjeros; de algunos bancos centrales y de otros tantos organismos supranacionales.
En un momento en el que la libertad de expresión ni es libre y apenas explica algo; en una coyuntura en la que la mentira ha sido elevada a categoría de posverdad (mentira emotiva, dicen) y en un ciclo en el que todo vale, sin más, alguien con fuerza y poder suficiente debería poner freno a tanto despropósito.
Desde hace muchos años hemos leído análisis y predicciones diabólicas; estudios malintencionados y recomendaciones de Tócame Roque. La procedencia de las mismas es clave a la hora de enjuiciar este fenómeno, que se extiende como una mancha de aceite impregnándolo todo. No es lo mismo una recomendación hecha al pie de la barra de un bar, con una cerveza en la mano, que una previsión emanada del servicio de estudios de un banco importante, de un banco central o de un organismo supranacional.
Una actitud torticera en esta línea ¿podría catalogarse como abuso de mercado? Que no cunda el pánico. No hay bemoles. Ningún regulador tomará cartas en el asunto.
A determinados participantes en el mercado, este enfoque les resulta pueril. A otros no, principalmente a quienes viven del corretaje de sus clientes y de la prestación de servicios. Un juicio de valor procedente de una gran institución desestima, con harta frecuencia, el análisis riguroso, que las firmas independientes ofrecen.
Los particulares saben que las previsiones y las recomendaciones en bolsa y en economía fallan más que las escopetas de feria trucadas. Todos los años, no obstante, se repite la misma ceremonia de la confusión y son muy pocos los que aproximan sus proyecciones previas a la realidad. El caso del PIB español es flagrante como descorazonador es el castigo sistemático que los gestores anglosajones propinan a la Bolsa española.
Me lo dijo hace tiempo un viejo lobo de la Bolsa española: "No saben lo que sucedió ayer y tiene huevos para pronosticar lo que pasará dentro de unos meses, incluso años".
Concluyo con algo muy elemental: "Dejen los despachos y bajen a la calle. La Economía está en los atascos, los bares, las fábricas...".
Y, por supuesto, la bolsa irá a su bola, a la que sale de los ordenadores y de los programas informáticos.