Como ha pasado en varias ocasiones en los últimos años, el yen se ha convertido en la moneda de refugio para los inversores, que se vuelcan al mismo sin dudarlo ante situaciones de crisis.
El yen ha rozado 100 ante el dólar la noche de la victoria de Donald Trump en noviembre pasado, cuando parecía que una hecatombe llegaba para el mundo; a los pocos días, se desplomó, cuando la hecatombe no pasó de una amenaza.
Ya más aquí en el tiempo, las constantes amenazas de conflictos bélicos entre Estados Unidos y Siria primero, y Corea del Norte después, llevaron otra vez al yen a fortalecerse, esta vez buscando 108; y el último fin de semana, con la derrota de Le Pen en Francia, volvió a desinflarse, con una baja significativa por encima de 110.
Estos vaivenes son observados por el Banco de Japón (BoJ) sin tomar acción alguna; las autoridades, herméticas si las hay, se limitan a emitir, mes a mes, un comunicado de política monetaria híbrido, con las consabidas y cuidadas palabras que dejan un sabor edulcorado en los mercados, y que ha perdido efecto en los precios del yen.
Sin embargo, nunca hay que subestimar estos comunicados. En octubre de 2014, en medio de una situación que no merceía muchos cambios, el BoJ decidió ampliar en un tercio su masa monetaria, generando un descalabro inmediato, y dejando un gap que recién fue cubierto a fuerza de noticias preocupantes, como el Brexit o la victoria de Trump, ambas dos años después.
Para este mes, no se esperan cambios de esta naturaleza en las acciones del BoJ. El señor Kuroda, mandamás de la entidad, no ofrecerá si no un panorama similar al de los meses pasados, en una economía sin inflación y sin crecimiento.
En resumen: poco se espera de la reunión del BoJ y en todo caso, para evitar problemas, será mejor esperar unos minutos después de la conferencia de prensa de Kuroda para apostar contra el yen. Con Kuroda, nunca se sabe…