Hasta no hace demasiado, los líderes exitosos eran personas que conseguían que sus organizaciones lograran sus objetivos y estos, normalmente, eran de crecimiento. En el caso de empresas, por ejemplo, se trataba de aumentar beneficios y el valor de las acciones. En el caso de una organización no lucrativa el crecimiento era en socios. Y en los gobernantes sería ocupar el cargo durante muchos años. Y casi siempre, los objetivos justificaban los medios. Se miraba hacia otro lado si para lograr los objetivos se perjudicaba gravemente a los empleados; o se hacían prácticas poco éticas, o incluso ilegales, como perjudicar el medio ambiente, sobornar o maltratar personas.
Por suerte, esto está cambiando. Día a día ganan peso los objetivos de bienestar global. El objetivo de crecimiento se sustituye por el deseo de mejorar la sostenibilidad del planeta, los territorios, las organizaciones y las personas. Por eso, de los líderes hoy ya se esperan contribuciones diferentes.
En cuanto a la sostenibilidad. Al evaluar la obra de un líder nos podemos preguntar si ha contribuido al objetivo de cambio climático, a la descarbonización o a la reducción del consumo de plástico por ejemplo. Y en términos de territorio, es relevante que ha hecho para mejorarlo. Estamos hablando de temas como los puestos de trabajo de calidad que se han creado, los impuestos pagados, los recursos invertidos en actividades sociales o culturales; o las actividades de voluntariado de sus empleados.
En cuanto al impacto en las organizaciones, se trata de ver qué se ha conseguido en relación con clientes, proveedores u otras partes relacionadas. Y también es relevante cómo se han conseguido los objetivos. El fin no siempre justifica los medios. Por lo tanto, hay que ver los estándares éticos que sigue la empresa.
Y en relación con las personas. Hay que ver si el líder ha puesto su granito de arena para mejorar la vida de las personas. Por ejemplo, si ha contribuido a que los empleados tengan un trabajo de calidad que les ayude a vivir la vida que sueñan y que sean mejores personas.
Liderar no es fácil. Pocos líderes acaban su mandato con el mismo prestigio que cuando empezaron. Nelson Mandela decía que: “Los verdaderos líderes tienen que estar dispuestos a sacrificarlo todo per su gente”. Por eso, de un líder nos tenemos que preguntar sobre su contribución a un mundo mejor y qué ha hecho para que las personas aprendan, crezcan y vivan una vida con más sentido.