Por Aitor Méndez
Un cisne negro es, por definición, imposible de predecir. Se trata de un evento de mayúscula sorpresa, con tal grado de impacto que es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos e incluso de la historia por sí mismo.
Los atentados contra las torres gemelas o el estallido de la Primera Guerra Mundial con el asesinado del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo son dos ejemplos claros de lo que sería un cisne negro.
Son, como decimos, hechos imposibles de predecir y que, por lo tanto, tratar de pronosticarlos es como tratar de matar moscas a cañonazos. Sin embargo, en un ejercicio de maldad genuina, hemos pedido a algunos de nuestros colaboradores que traten de aventurar algunas de estas situaciones que nos harían gritar sálvese quien pueda durante el próximo curso. Por aquello de que hay que predicar con el ejemplo, empezamos con el nuestro…
El colapso de los emergentes
Diciembre de 2015. La presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, anuncia la subida de los tipos de interés. Acaba la rueda de prensa, se va a su casa, abre una botella de vino y descansa en el sofá con una sonrisa de felicidad sin ser consciente de que esa decisión hará estragos entre los emergentes.
Un año después, Brasil, Rusia y Turquía están en bancarrota. La subida de tipos y el fortalecimiento del billete verde ha llevado al extremo a las principales potencias emergentes. Sus divisas, por los suelos.
A sus problemas macroeconómicos y a su endeudamiento en dólares hay que sumarle el efecto de unas materias primas en mínimos, arrinconadas también por la fortaleza del dólar. La exposición de Alemania, motor de Europa, a Rusia y Turquía; así como la de España y Francia a América Latina trasladan la crisis a las economías del Viejo Continente y a la renta variable europea y al euro.
Además, los problemas económicos de Turquía hacen que descuide la vigilancia de sus fronteras, aumentando la presión migratoria y los problemas de seguridad la eurozona. ¡La que has liado Janet!
La geopolítica, esa fuente inagotable de cisnes negros
Para Daniel Pingarrón, analista de Estrategias de Mercado de IG el principal foco de cisnes negros para el próximo año, a parte de los emergentes, es la geopolítica.
La posibilidad de que haya atentados terroristas que deriven en guerras es algo que hemos visto recientemente, tanto en los bombardeos en Siria como en el enfrentamiento entre Rusia y Turquía tras el derribo del caza ruso.
Asimismo, Pingarrón me apunta que una hipotética salida del Reino Unido de la Unión Europeo, también sería un importante cisne negro. Después de que nuestros hermanos helenos coquetearan con el “Grexit”, un “Brexit” ocasionaría un daño muy importante al mercado.
Adiós euro. Hola peseta
Ismael De La Cruz, analista de mercados financieros y miembros del Instituto español de analistas técnicos y cuantitativos, también inventa para mí un escenario en esta misma línea.
En este nuevo episodio de todo-lo-que-puede-salir-mal-saldrá-mal no es Gran Bretaña la que se divorcia de Europa, sino que son los propios países de la eurozona los que dicen adiós a la moneda común. La razón, la política.
En este escenario, determinados partidos políticos darían la sorpresa y ganarían las elecciones en sus respectivos países de la zona euro y decidirían abandonar el la moneda común. De este modo, la divisa comunitaria se quedaría prácticamente huérfana y dispuesta a desaparecer.
Las consecuencias, serían inmediatas: regresarían las monedas locales y las bolsas se hundirían ante la enorme incertidumbre que se avecinaría en las economías europeas. Una crisis y de las grandes.
“Francexit”
Pero vayamos más allá y pongamos que no sean los pequeños estados miembros, sino la poderosa Francia la que decide abandonar la moneda común, como le planteo a Joaquín Gual, CEO de Másquetrading. La causa, se adelantan las elecciones y el Frente Nacional de Marine Le Pen arrasa. La liberté, la egalité y la fraternité ya no se aplicarán más para el resto de Europa. Cierra fronteras y sale del euro.
Evidentemente. Las consecuencias serían devastadoras para el proyecto común europeo. La eurozona pasaría a ser poco más que Alemania y sus comparsas y la moneda común llegaría a niveles insospechadamente bajos, planteándose incluso la vuelta al marco.
El bund alemán sería el último en reventar, pero la deuda periférica se dispararía a niveles insostenibles. El descalabro de las bolsas sería de los que hacen época y para colmo de males, la política exterior de una Francia xenófoba elevaría las tensiones con el norte de África, presionando al resto de países mediterráneos europeos. En resumen, una crisis para muchas generaciones.
Guerra Chino-japonesa
Y mientras los emergentes están en bancarrota por culpa de la Fed y en Europa ya no queda nadie por separarse de nadie, en la otra punta del globo terráqueo, Fernando Llorente, director general de Agora EAFI, me propone uno de esos cisnes negros que sin duda marcarían el año y puede que incluso la década y que, sin embargo, el ciudadano medio occidental no llegaría a concebir por completo la magnitud del evento en un primer momento.
Llorente me explica como China y Japón -qué no pasarán juntos a la historia en la categoría de Mejores Vecinos- llevan años disputándose la soberanía de un pequeño archipiélago en el que no se ponen de acuerdo ni en el nombre. Para Japón son las islas Senkaku, para China, las Diaoyu. Para nosotros, un hipotético cisne negro para 2016.
Una escalada de violencia entre China y Japón que desembocase en una guerra clásica entre ambas potencias sería un auténtico desastre para toda la región de Ásia-Pacíficio, además de tener consecuencias profundas en los mercados internacionales.
Haría subir al dólar y a la deuda soberana estadounidense. La gente se iría corriendo a comprar oro por toneladas y, en general, cualquier cosa que sonase a valor refugio. Todas las reservas que se han ido al yen y al remimbi correrían peligro y, por supuesto, las bolsas caerían en barrena.
No digamos ya si Japón invocase el Tratado de Seguridad firmado con EE.UU. y arrastrase con él al Tio Sam a una guerra convencional con China. Efectivamente, la Tercera Guerra Mundial no empezaría en occidente, ni siquiera en Oriente Próximo, empezaría por cinco islas de apenas 7 kilómetros cuadrados en su conjunto y completamente deshabitadas.
Flash Crash, la rebelión de las máquinas
Pero no hace falta irse tan lejos, ni buscar potenciales conflictos bélicos. Juan Carlos Costa, director de Kostarof.com, me propone un cisne negro dentro del mismo mercado.
Me plantea Costa la posibilidad de que se produzca un gran movimiento brusco e impredecible del mercado -e incluso algunas replicas posteriores- provocados por los algoritmos que hacen y deshacen a su antojo.
Similar a lo que se conoce como el Flash Crash del mercado estadounidense del año 2010, estaríamos ante algo tan exagerado que se comenzaría a tomar medidas para que eso no volviese a ocurrir… O no.
En la otra cara de la moneda, también podríamos estar ante un “cisne blanco”, es decir una subida espectacular de los índices por la entrada de algoritmos con cierres de posiciones cortas. Solo el tiempo y tal vez Sarah Connors nos dirán si es un escenario posible o no.
Hollywood tenía razón
Por último, Enrique Soriano, profesor del Centro de Formación de Traders y fundador de ATEFIB, me propone dos escenarios muy distintos. Primero un gran acto terrorista a nivel internacional, algo que tristemente sacudiría todos los mercados y que no requiere gran explicación.
El segundo, podríamos decir que es de proporciones bíblicas. Hablamos de una catástrofe meteorológica o de alguna "amenaza" exterior como un posible meteorito. Hay mucha filmografía sobre ello y muchas veces hemos visto como se cumplía alguna de dichas "profecías" del celuloide. ¿Y si Hollywood tenía razón?